Un ideal

Aprendí a temprana edad que la vida merece vivirse en aras de un ideal. No se trata de cualquier ideal, sino de un gran ideal que conduzca a la plenitud de la existencia. Este gran ideal lo encontré cuando Jesús me llamó por mi nombre y entonces comprendí que mi vida ha sido la realización de un sueño desde que di mis primeros pasos.

Les digo, que cuando uno encuentra el camino cierto mediante una fe a toda prueba abandonamos la rutina en que estamos instalados y el vacío existencial que muchas veces nos arropa con un manto de incertidumbre.

Algo importante de la presencia de Jesús en nuestras vidas es que nos da la fuerza necesaria para enfrentar cualquier problema que se presente y asumir con responsabilidad los tropiezos que en el camino de la fe podamos encontrar. Se trata de una aventura fascinante que vivida con la fe y la esperanza puesta en Dios hace de nosotros personas auténticas inmunes a las trivialidades y falsas seguridades que ofrece el mundo hoy.