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Cartas peligrosas

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

Quienes controlan el poder político actual en el país parecen decididos a tirar las puertas por las ventanas y a jugarse todas las cartas posibles, con tal de no dejarse destronar y que las riendas pasen a otras manos. Por tratarse de un lugar especial, donde nadie renuncia a nada, no es extraño que -aun sea dando “patadas de ahogado”- quien reine y tenga prácticamente todo a pedir de boca se aferre cual hiedra a lo que controla. Con escasos ejemplos de desprendimiento, este ha sido aquí el accionar político dominante, sin importar que las circunstancias se tornen adversas o que la insistencia en una aventura, muchas veces irresponsable, termine ocasionando daños en lo personal y la institucionalidad democrática. El asunto es que entre lo que se quiera y lo que realmente se pueda, hay una gran diferencia. En ese juego de poder, donde unos quieren quedarse y otros desean llegar, lo que más importa es que quien controle las riendas y los recursos del Estado no se maneje con cartas marcadas, que pudieran resultarle peligrosas (?). Por ejemplo, es cierto que al órgano electoral hay que darle carta abierta para que haga su trabajo -siempre apegado a la equidad y a la transparencia-, pero no se debe por un lado pedir “apoyo” público para la JCE, mientras en privado se hacen esfuerzos por controlarla. Hay preocupantes sospechas de intentos en esa dirección (¿). Por suerte, su presidente, Julio César Castaños, lleva un poco de tranquilidad, al anunciar que una compañía internacional acreditada -sugerida por figuras locales y por organismos extranjeros- se encargará de las auditorías correspondientes que se venían reclamando, para llevar confianza al proceso. En verdad, lo que más importa es que en las elecciones, especialmente en las presidenciales, haya plena garantía de que el voto vaya en todo momento al candidato que decida el elector, que no haya espacio para vulnerar la voluntad popular ni torcer los resultados. De lograrse, habría ganado el país, lo que más importa. De otro lado, tengo el pálpito -como mucha otra gente, incluyendo del entorno de poder- de que al reinado del PLD le queda poco tiempo. Todo apunta a que la jugada de imponer un candidato y no preservar la unidad saldría mal. Hasta se ha hablado -ya es tarde- de la posibilidad de Margarita como “emergente”, si Gonzalo no puede. Y lo cierto es que, a ella, como a Reinaldo, lo que les cabe es manejarse en la equidistancia, para que se preserven y puedan dar la cara o asumir, ante una eventual acefalia o “debacle” morada.

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