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PASADO Y PRESENTE

El retrato de Mella

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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

El pintor Alejandro Bonilla fue el primero, en las postrimerías del siglo XIX, en plasmar en lienzo las efigies de los ilustres Padres de la Patria; y para ello tomó como modelo los únicos daguerrotipos que existían de cada uno. En el caso del general Ramón Matías Mella, héroe de la independencia y de la restauración, Bonilla hizo un retrato al óleo, y de cuerpo entero -probablemente entre 1892 y 1894-, que mereció elogios de amigos y familiares. Una nota editorial del Listín Diario, del 6 de junio de 1895, describe el referido retrato así: “La figura severa y grave del soldado sin miedo y sin manchas se destaca imponente, serena, cual convenía al héroe febrerista. Apoya el brazo derecho sobre una columna, que ostenta esta significativa inscripción: 27 de Febrero”.

“Profanos en el arte sublime y grandioso de Rafael y de Murillo, no podemos dar veredicto en lo que al color, sombra y luz se refiere. Los inteligentes son los llamados a dar un fallo definitivo e inapelable a ese respecto. En cuanto al parecido, ya es otra cosa. El voto unánime de los que conocieron a Mella en los años de 1844 y 1845, confirman que el autor del cuadro en referencia, lo ha conseguido. Pero el voto que vale por una legión, al que no se podrá revocar a duda, es el del hermano del insigne patricio”.

En efecto, el también prócer febrerista, Idelfonso Mella y Castillo, le escribió a Alejandro Bonilla lo siguiente: “Querido amigo mío: El placer melancólico que me produjo la fiel imagen de mi inolvidable hermano Ramón, en los días épicos y verdaderamente gloriosos de la Independencia, época que escogiste, precisamente, para reproducirlo, me ha causado profunda emoción. Así, tal como tú lo presentas, era él en el año 1844. Joven, vigoroso, lleno de fe en la causa a la cual se había consagrado con el ardor del convencido, tú has conseguido trasladar al lienzo, dándole vida, a aquel generoso y abnegado campeón de nuestras libertades. Agobiado por los años y las tristezas íntimas, alejado del ruido y el bullicio; desde el rincón, refugio de mis grandes dolores, te envío estas líneas, que recibirás como expresión sincera de la verdad y de la más estricta justicia. Tu estimador, I. Mella”. Continuaré con el tema...

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