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EN ESPECIAL

Difícil labor periodística

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Cristhian JiménezSanto Domingo

Difícil una democracia sin demócratas, refiere con frecuencia un político amigo, en alusión a la intolerancia fundamentalista que no acepta diferencia alguna.

La uniformidad es vista por algunos como condición esencial para pertenecer a un colectivo. Entregas la cabeza o te marchas a otro lugar.

En el caso de los periodistas, la situación se agrava debido a que una parte intrínseca de su labor es cuestionarlo todo, ser contrapeso del poder y asumir los intereses de la colectividad.

Un ejercicio periodístico profesional con esta divisa debe ser bien recibido por el poder y visto como acompañante, vigilante crítico que señala errores y sugiere soluciones para gestionar mejor un país. No ocurre así, ya que todos quieren consentimientos y aplausos.

La intolerancia permea fundamentalmente a funcionarios públicos, que juran respeto a la Constitución y las leyes, pero que el contacto con los inmensos recursos que facilita el poder les torna soberbios y arrogantes, asumiendo que “el dinero todo lo puede”. Y lo cierto es que casi todo, visto los resultados de prácticas corruptas diversas y la obscena impunidad prevaleciente.

Los periodistas y medios que suplen las faltas de los órganos de control y fiscalización, que investigan y revelan y comentan irregularidades del manejo de fondos públicos, se convierten en objetivos de políticos de gestión opaca, clientelar o manifiestamente corrupta.

En ocasiones se hace evidente la orquestación de campañas de descrédito contra quienes hacen denuncias de alegados o reales casos de corrupción. Individuos al servicio del gobierno relativizan las investigaciones y denuncias y hasta difaman a los autores de los reclamos.

Y es que la mayoría de los funcionarios de los poderes públicos y de los órganos constitucionales no entiende que es obligación legal rendir cuentas al contribuyente como delegatarios de poder y como personas privilegiadas de brindar un servicio público.

Entonces, el periodista debe armarse de mucha paciencia para la indagación ante instituciones lideradas por sujetos obstruccionistas y manipuladores y de gran valor para las embestidas como represalias estatales que pueden alcanzar persecuciones de todo tipo, incluida retiro de publicidad y la no concesión de entrevistas y limitación de coberturas de actividades.

En el caso de las organizaciones políticas, fundamentalmente del partido de gobierno, los periodistas que no estén alineados con sus proyectos de ley, préstamos, agresiones ambientales, abusos a manifestantes, maniobras electorales, reformas constitucionales, son vistos como enemigos condenados a ser pulverizados.

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