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EL BULEVAR DE LA VIDA

El abrazo

El abrazo entre Leonel Fernández y Danilo Medina fue algo así como la demostración de unas calidades humanas que ni las desventuras políticas han logrado vencer.

El odio pervierte y daña, en cambio el dolor humaniza y nos hace mejores, pues nos acerca al amor, o por lo menos a la comprensión, a la bendita contemplación del otro y sus argumentos. Es una pena que todo lo que durante esos cinco minutos unió el dolor, la solidaridad, la educación doméstica y el talante de caballero de los señores, pueda separarlo -y lo separe- las miserias de la política y sus rencores.

Cuando presencié la escena, recordé lo que, hace ahora mil años, a uno le contó don Vincho Castillo en una entrevista, de tan humana, casi al borde del llanto: “La muerte de los padres abre una herida en el corazón de los hijos que no se cierra jamás”. No importa si el adiós llega a los 70 o a los 101 años. Y no puede importar, porque uno en verdad lo que quisiera es que ellos fueran inmortales, para poder vivir en la alienación feliz de que nosotros también lo somos. Todo esto es un dolor tan grande y nuestro porque con “los viejos”, ay, se marcha la parte más hermosa de nuestras vidas, los años de aprendizaje, descubrimientos, inocencia, (el primer beso, María del Carmen).

Mientras a uno, su padre le enseñó a jugar pelota, a otros el viejo le mostró el camino de la honestidad cuando le veía angustiado porque no poder “cuadrar” la caja de una cooperativa por falta de siete jodidos cheles de m...; como te enseñaron que los sueños son más importantes que el dinero, que solo es importante mientras no lo tienes, que para vivir con decoro debe uno salvarse de ese dinero del que recomiendan los budistas que, cada cierto tiempo mirarlo de frente, para que quede bien claro quién es el dueño de quién. Por todas estas nostalgias fue posible el abrazo entre dos buenos hijos, a quienes unió la devoción por Juan Bosch y separó el poder y sus miserias. Por algo, mientras uno más conoce de la política, más quiere a sus amigos, (“...les adeudo algún enfado que perturbara sin querer nuestra armonía, sabemos todos... A.C.)

Un gran abrazo, de parte de los McKinney Ortiz, de Baní, Presidente.

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