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Mi salida del PLD/1

La Guerra Fría orientaba el debate nacional a finales de los años 70; la dinámica social estaba marcada por el influjo ideológico de las democracias occidentales, sustentadas en el modelo económico capitalista que, de acuerdo a discusiones académicas y de pasillo, privilegiaba la libertad por encima del acceso justo a las riquezas, frente a las democracias populares que, de acuerdo a aquellos ejercicios teóricos, colocaba en prioridad el bienestar material colectivo, por encima de la libertad individual.

El pragmatismo no era opción y las militancias y simpatías partidarias estaban asociadas a las ideas que eran fuente y base de los programas de las formaciones políticas, las que a su vez, servían de soporte para la elaboración de propuestas de gobierno, además de que constituían referentes obligatorios para sellar la forma de actuar hasta en la esfera privada.

Comunistas, socialistas y socialcristianos se ajustaban, de acuerdo a los matices, al mundo liberal o conservador, teniendo como marcos conceptuales las teorías marxistas, ancladas en el materialismo histórico, y las de Adam Smith brotadas del liberalismo económico; “El Capital” y “Las riquezas de las naciones”, eran para la izquierda y la derecha, lo que la Biblia y el Corán para cristianos y musulmanes.

En ese contexto, y marcado por aquel apasionante debate, se fue forjando mi adolescencia, con una sensibilidad social que comenzó a ser seducida por las prédicas de izquierda, centradas en la justicia social que, a mi juicio, y fuera de la dicotomía de bienestar económico colectivo versus libertad individual, no entraban en contradicción con el concepto de libertad en su sentido prístino, no contaminado por el sesgo de la guerra psicológica con pretensiones de descalificar cualquier modelo económico que propendiera hacia la equidad.

En Juan Bosch y el Partido de la Liberación Dominicana encontré comodidad ideológica, porque en ese proyecto de liberación nacional, concebido a conciencia de que la República Dominicana, como país en vías de desarrollo, requería de un gran pacto de todas las fuerzas sociales; esto es, burguesía nacional con conciencia de clase, obreros y pequeños burgueses en todas sus capas, para impulsar, en el marco de la soberanía económica, el desarrollo de nuestras fuerzas productivas en un escenario democrático de producción y distribución justa de las riquezas.

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