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FE Y ACONTECER

“Te compadeces, Señor, de todos”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario - Ciclo C

a) Del libro de la Sabiduría 11, 22-12, 2.

El autor relaciona la omnipotencia y la compasión en el proceder de Dios con su pueblo, reflejando su bondad y su cuidado amoroso sobre la creación y especialmente sobre el ser humano: “amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho... Te compadeces de todos porque todo lo puedes... A todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida”. El ojo del sabio lo ve todo con amor y lo encuentra transparente hacia el amor de Dios. Incluso el mismo mal lo remite a la misericordia. Dios, que conoce bien la situación de la humanidad, cierra sus ojos ante los pecados de los hombres y ofrece al pecador la oportunidad de rehacerse. Todo lo que Dios hizo es bueno. A pesar del pecado, su obra es bella, y Él nos sigue amando sin reservas; contemplemos y admiremos todo lo que Dios ha puesto a nuestra disposición.

b) De la Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 1,11-2,2.

San Pablo condena la actitud fanática de algunos que creían que ante la inminencia de la segunda venida de Cristo, resultaba inútil trabajar y organizar esta vida terrestre: “Les rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con Él, que no pierdan fácilmente la cabeza ni se alarmen por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima”. El Apóstol había tratado el tema escatológico en su primera carta (1Tes 4, 15ss), tal como la suerte de los difuntos, lo que incrementó en alguna comunidad una crisis y un deseo de fijar cuándo y cómo acabará todo. Sin embargo, es posible inferir que lo que le interesaba a Pablo era la vocación cristiana, el aceptar al Señor como el único y verdadero salvador, no establecer una hora, para la Parusía.

c) Del Evangelio de San Lucas 19, 1-10.

El relato que nos presenta Lucas, es uno de sus episodios que no tiene desperdicios, encontramos a un personaje curioso: Zaqueo, jefe de publicanos y rico, que quería ver a Jesús, pero la gente se lo impedía porque era de baja estatura. Sin reparos, corrió más adelante y se subió a una higuera para verlo pasar. Al llegar allí, Jesús y le dijo: “Zaqueo, baja en seguida porque hoy tengo que hospedarme en tu casa” (v.5).

Esto provoca el escándalo y la reacción de los escribas y fariseos: “Ha entrado a hospedarse en la casa de un pecador” (v.7). Sin embargo, la reacción de Zaqueo conmueve al decir a Jesús: “Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más” (v.8).

Zaqueo da señales claras de una conversión auténtica al bien, a la justicia, a la fraternidad y a la solidaridad; con su actitud demuestra un cambio radical que lleva a Jesús a exclamar: “Hoy ha sido la salvación de esta casa” (v.9), y da la razón, “también éste es hijo de Abrahán” (v.9), es decir, perteneciente al pueblo heredero de las promesas.

La conversión de Zaqueo verifica la larga paciencia de Dios, que manifiesta su poder especialmente en el perdón y la misericordia. Nos recuerda que la comunidad cristiana es también comunidad de pecadores que celebra la misericordia de Dios.

Estamos llamados a tener la actitud de Jesús ante el hermano que se desvía y a demostrar con nuestros hechos que queremos cambiar de vida, empeñándonos en salvar lo perdido, mediante la fraternidad profunda entre todos los hombres.

Fuentes: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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