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EN LA RUTA

De esperarse

La renuncia el fin de semana del expresidente de la República y del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), Leonel Fernández (LF), era una especie de crónica de una decisión anunciada, donde lo único que faltaba era su oficialización.

Esto porque la intolerancia discursiva y la violencia verbal evidenciadas desde el litoral leonelista no dejaba otra opción que la ruptura inminente. No hacía falta ser un docto analista para interpretar las señales de un Leonel Fernández cuyas acciones y la de sus adeptos iban encaminadas más al enfrentamiento que a la negociación.

Cónsono con su mote de león, el exmandatario no escatimó ferocidad para enfrentar al congreso de su propio partido; negarse a aceptar los potenciales resultados de la contienda interna, y luego llevar a la justicia al PLD bajo acusación de fraude y agrios epítetos.

Por eso, para muchos la alocución del domingo fue solo la consecución de un plan B previamente concebido por si resultaba -como sucedió- perdedor en el intramuros. Quienes así piensan no pasan desapercibido que las siglas del proyecto “Leonel Fernández Presidente” eran prácticamente las mismas de las de su hoy nuevo partido, “La Fuerza del Pueblo”. Ahora, y con un calendario de fechas fatales, el escenario se enrumba hacia lo eminentemente jurídico para determinar si a la luz de la legislación vigente LF puede o no ser candidato de otra entidad política. Solo que, y en una historia contada a su favor, Leonel dejó ver en su discurso, primero, que el asunto ya no es político sino personal, y segundo, que en su deseo de revancha el ganar no le es tan importante como el hacer perder.

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