Corrupción, mal de todos

Los dominicanos de a pie, que somos la inmensa mayoría, estamos acostumbrados a oír y propalar a los cuatro vientos que todos los políticos son corruptos y que todos quieren llegar para robar.

Esa dolorosa y resignada aseveración se oye entre ciudadanos de todos los estratos sociales, y hasta en la juventud indolente que es, si se quiere, lo más doloroso.

Qué decir en realidad sobre esto, todos estamos claros en que algo hay que hacer que sea más efectivo que elegir promesas de manos limpias en el pasado, y darles voto de confianza a gente que debieron ser la diferencia.

Pero no se gobierna un pueblo pobre desde el balcón de oro de la opulencia personal, ni se hace diferencia en compañía de los mismos acusados de ayer y mucho menos cuando las fortunas no se pueden auditar sin encontrar exoneraciones y exenciones, una manera de corrupción.

Al final un consejo hay que legislar y buscar formas legales, régimen de consecuencia con compromisos reales de todos para frenar la corrupción, y que el pueblo lo crea y comience a entender que las cosas pueden cambiar si hay un compromiso real de acabar con la corrupción pública y privada.