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Reinaldo: ¿señalado?

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

Habiendo olvidado la dirigencia actual del PLD, la disciplina, los principios y demás esencias insuflados por Bosch al fundarlo, entre lo peor que le ha podido pasar al partido morado está el haberse quedado sin árbitros.

Las ambiciones y los intereses grupales han llevado a la organización por el derrotero de la política tradicional, con abundancia de vicios y defectos, situándola en una posición de alto riesgo de división y hasta de perder el poder que detenta por casi dos décadas. En vez de jugar su rol de equilibrio y de garante institucional, la máxima autoridad partidaria -simbolizada en un Comité Político con la mayoría de sus miembros ya cansados de mente y de cuerpo o ahítos de la mucha “grasa estatal (¿)”- ha preferido el papel de áulicos o serviles del poder político de turno (¿). Ante el abandono de rol, y si el presidente del Partido volvía de candidato, lo ideal era que Reinaldo, el secretario general, se preservara e hiciera de mediador frente a los procesos en agenda. Sin embargo, una motivación especial -que lo llevarían luego a sentirse tres veces engañado- le empujan a tirarse al ruedo, sin todavía ser su tiempo. Por dignidad, tiene que devolverse y proclamar equidistancia. ¿Debió jugársela y dar el salto? Frente a un poder político con los juegos pesados, hizo lo que pudo.

De todos modos, el respaldo bien motivado de su esposa Ingrid al doctor Fernández dice, sin decirlo, como piensa la almohada. En fin, el secretario del PLD hizo bien, porque al volver al redil institucional que ha abandonado la mayoría del CP, el hombre se mete con mejor pie en el carril de las posibilidades a futuro. Si no se trata de un señalamiento temprano, por lo menos Leonel le sitúa en ruta presidencial.

Eso es reciprocidad y poner pies en tierra en la actual coyuntura. A partir de ahí, la buena suerte de Reinaldo va a depender solo de él, de hacer “lo que nunca ha hecho”, y que muchos le han criticado, que es entrar desde ahora en permanente contacto con la gente, abriéndole las puertas del Partido y del Senado a los compañeritos de la base, y al pueblo. Por ejemplo, si en un nuevo gobierno de Leonel fuera Canciller, tendría la oportunidad de proyectar su figura a nivel internacional, al tiempo que en el país podría ganar espacio político para aspirar a recibir la “antorcha”.

Además de hacer el trabajo político -y un manejo distinto-, para su crecimiento y éxito, Reinaldo precisa de una reingeniería en el equipo, separando los que están por beneficio y de los que aportan sin esperar nada.

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