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FE Y ACONTECER

“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Domingo XXIII del Tiempo Ordinario - Ciclo C 8 de septiembre, 2019

a) Del libro de la Sabiduría 9, 13-18.

Este fragmento recoge la última parte de la plegaria del Rey Salomón para alcanzar la Sabiduría que le permitiera gobernar a su pueblo. Toda persona humana lleva inscrita en su conciencia la ley natural, pero las pasiones ajenas a la misma naturaleza humana y el pecado ofuscan y oscurecen la mente del hombre. Por lo que se refiere al orden sobrenatural, nadie hubiera podido conocer sus realidades, entre las que se cuenta la voluntad de Dios, si no nos hubiesen sido reveladas por la Sabiduría y el Espíritu Santo. Gracias a la intervención de la Sabiduría los hombres han podido seguir el camino que lleva a la salvación.

b) De la Carta del Apóstol San Pablo a Filemón 9b-10.12.17.

San Pablo se dirige de modo particular a Filemón para devolver a su señor a quien él pensó retener para sí, el esclavo Onésimo. Escribe con mucha delicadeza pide clemencia por él y cita una serie de motivos por los que Filemón debe perdonarlo y tratarlo como hermano, a pesar de sus delitos, el encuentro con Pablo, a quien prestó invaluables servicios en la cárcel, motivo su conversión al cristianismo.

Le suplica considerar a Onésimo como un hijo espiritual, como si fuera de sus “entrañas” (v.12), es decir, de su propio corazón, y le asegura que, si en un tiempo fue inútil a su amo, ahora le será muy “útil,” como lo fue también al mismo Pablo. Y para sensibilizar aún más a Filemón, Pablo lo insta a pensar en que tal vez haya sido todo obra de la Providencia Divina, permitiendo la huida de Onésimo para que ahora, hecho cristiano, resulte mayor bien para todos.

c) Del Evangelio de San Lucas 14, 25-33.

El seguimiento de Jesús como su discípulo tiene su precio, según las palabras del mismo Señor, es preciso “posponer” a sus familiares, en algunas traducciones se dice “odia” del original griego “misei”; es un semitismo que debe interpretarse como “amar menos” y aún nos dice más: “Quien no lleve su cruz detrás de mí, compartiendo totalmente mi suerte, no puede ser discípulo mío. Quien no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”.

Las palabras de Jesús adquieren sentido de plenitud, pues las dice de camino a Jerusalén, donde le espera su pasión, muerte y resurrección. Los cuatro evangelistas recogen estas afirmaciones de Jesús que se conservaron en las primeras comunidades cristianas como proverbiales, significando las condiciones paradójicas para entrar en el discipulado del Señor. Es evidente que Jesús los relativiza una vez más, los vínculos familiares, ante la primacía del Reino de Dios ceden puesto los afectos de familia y los vínculos de sangre, de raza, de nación y cultura.

Cristo exige también la prioridad sobre la propia vida del discípulo. De suerte que el que quiera conservar su vida para sí, la pierde; en cambio el que la pierde por Cristo, la encuentra. Antes Jesús ha dicho: El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. La cruz aparece como signo del seguimiento del Señor porque es señal de amor, lo mismo que dar la vida. Y esto es el signo supremo de amor. Seguir a Cristo como discípulo tiene unas condiciones: la entrega total y la plena disponibilidad ante Dios, primando el valor del seguimiento del Reino por encima de todo apego y de todo miedo.

Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo. B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra.

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