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POLÍTICA Y CULTURA

La urdimbre cancerígena del Poder

La historia, esa madre viviente de los procesos sociales y humanos nos enseña como una clarinada del ejercicio teórico y práctico, que el Poder político debe ser, para el buen funcionamiento del Estado, controlado, limitado y evitar su incremento arbitrario. El rol de la Constitución en la época moderna, implica un conjunto de disposiciones encaminadas a restringir las esferas de competencia de los detentadores del poder. Lord Acton sostuvo que el Poder es una fuerza maligna que trasforma a grandes hombres en hombres malos. El uso desmedido del Poder es un fenómeno que aleja a los mandatarios de la racionalidad. Una democracia supone una limitación constante de los excesos que genera el ejercicio del poder político. El padre Juan de Mariana enjuiciando el proceso mediante el cual una democracia se degrada, advierte la fase del poder político en que éste se caracteriza por ejercer el gobierno “para su propia utilidad, sus placeres y vicios”. ¿Existe realmente una democracia funcional en la República Dominicana? Luego de la defenestración de la dictadura de Trujillo, el ensayo democrático de 1963, constituyó una experiencia efímera, aislada en el contexto puntual de las aplicaciones constitucionales. A partir del modelo de “contra insurgencia” posterior a la guerra de abril del 65, el poder político restituyó en sus atribuciones el culto a la figura del caudillo, produciéndose un sobreseimiento de los preceptos constitucionales, que amparaban el disfrute de los derechos ciudadanos en una sociedad abierta, así como la restauración de los mandatos providenciales, que quienes aspiran a la continuidad en el Poder, asumen con desdén absoluto por los principios y fundamentos doctrinarios que juraron defender. El profesor Juan Bosch, en el momento más agudo de la represión política a principio de la década de 1970, llamó a su partido y al país a luchar por llevar al gobierno de entonces a su propia legalidad. El decomiso jurídico de todos los principios normativos, ha sido regla parcial o absoluta de toda ambición desmedida. El escenario de áulicos y cortesanos ha sido abastecido por canonjías y favores, que ha alcanzado en este tiempo, su mayor degradación ética y social. La crápula social cohabita desmesurada en la Era digital, con afrentoso desafío, impune y soberbia, como eje dinamizador de los procesos de endiosamiento y prosternación moral.

El Poder, amparado en la disolución de los bloques ideológicos hegemónicos del siglo pasado, ha erigido una filosofía de vividores para quienes, si la historia llegó a su fin, como dijo Fukuyama, entonces, todo está permitido. No puede apreciarse la configuración social del país, al margen del dinero sucio que infla una economía en crecimiento, que supera los índices de las grandes naciones capitalistas, sin los soportes sociales de la familia, del orden moral, de la igualdad de oportunidades, del amor como fuente primigenia de construcción hogareña. Es la urdimbre cancerígena del Poder, su capacidad de disolución y exterminio de todo crédito y honra espiritual.

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