Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

EL DEDO EN EL GATILLO

Contigo aprendí

Pude quitarme el sombrero ante ella. Y supe besar el piso por el sitio donde caminaba. Catana Pérez de Cuello fue una clarinada que me enseñó el valor de lo intangible. La noticia de su muerte me dejó huérfano de su amplia cultura musical y de sus lecciones de ética que no debieran tirarse al mar dentro de una botella vacía.

Su mirada iluminó espléndidos atardeceres. Descubrió el valor de la belleza, y lo hizo suyo.

Sin embargo, no solo fue una esmerada flor de júbilo. Con su frente en alto, no esquivó retos, ni claudicó ante el poder. Asumió la dirección artística del Teatro Nacional con altura humanística y dignidad profesional. Batalló contra la burocracia a pesar de estar hecha “con esa sustancia con la que amasamos una estrella”.

La recuerdo llegar a Listín Diario con sonrisa austera, sus escritos en ristre y su palabra elocuente. En este diario dejó páginas ilustres que algún día tendrán que ser recogidas por musicógrafos ilustres para formar un tomo ejemplar, materia de estudio obligada en las escuelas música.

Fue ética y grandiosa. Solo hablaba de música. Varios días después de su cancelación en el Teatro Nacional le manifesté mi indignación ante tal vejamen. Ella sonrío y me dio a entender que tenía mucho que escribir, y aquel trabajo le estaba absorbiendo mucho tiempo. Catana me mintió con dulzura y bondad, pero entendí perfectamente las causas de la altura con que asumió mi solidaria protesta.

Hoy, ante su partida de este mundo, todos quedamos en deuda con ella. Una deuda que, tal vez, no podremos pagarle nunca.

Tags relacionados