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CONSULTORIO DE COMUNICACIÓN POLITICA

¿Imagen o reputación política?

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Freddy Ortiz PujolsSanto Domingo

Ahora que estamos en plena precampaña electoral es común ver publicidad, especialmente en las redes sociales, de políticos con rostros “impecables”, “rejuvenecidos” y en algunos casos, con un alto grado de retoques de “photoshop”, pretendiendo utilizar la cirugía informática para causar gran impresión.

En su afán de lograr su propósito, muchos aparecen de la “nada” sin ninguna labor social o política sostenida en el tiempo, no tienen ningún trabajo que realmente promueva un cambio en la sociedad ni propuestas de valor para resolver las demandas y hasta se dan casos de quienes no saben responder de forma convincente por cuáles motivos ingresan a la política. Aparte de ser un capricho personal.

Pero volvamos al tema principal de este escrito, de cómo políticos emplean grandes recursos económicos en proyectar una imagen potable, a través de su forma de vestir, y lucir a la moda cuidando al máximo su imagen, como si fuera la clave del éxito.

Sin embargo, obvian el elemento más esencial para construir un sólido posicionamiento y un reconocimiento duradero: la reputación.

Son conceptos próximos, pero son diferentes, mientras la reputación se fundamenta en realidad y reconocimiento, la imagen se basa en percepciones.

La imagen es apenas un componente de la reputación y no precisamente el más importante. La reputación se va forjando a lo largo del tiempo a través de una serie de cualidades como la transparencia, la credibilidad, el altruismo, la integridad, contribución y la responsabilidad social de las personas. En cambio, los que generan mala reputación son la mentira, el engaño, el fraude, mal comportamiento y la falta de transparencia, entre otros.

Hoy en día, vivimos en un mundo “GIPH”, es decir que es: Globalizado, Inmediato, Personalizado y Hiperconectado.

El nuevo protagonista de este ecosistema es el ciudadano. Hombres y mujeres colocados en el centro del tablero social y político, con capacidad para generar mensajes, organizarse e influir con fuerza en la sociedad.

Los nuevos ciudadanos demandan una comunicación con sentido ético, basada en la verdad, especialmente en esta era de la hipertransparencia, en la que se producen volúmenes masivos de información -incluyendo lo bueno, lo malo y lo feo- viajan a la velocidad de la luz, a través de Internet y un cada vez más amplio, creciente y vertiginoso abanico de plataformas en redes sociales: “No hay lugar al que escapar, no hay lugar donde esconderse”.

Hemos visto como las redes sociales han desenmascarado a políticos, cuando en situaciones de abuso de poder o escándalos, han quedado mal parados ante una sociedad cada vez más exigente, critica y que no les perdona ningún error, debido a que los ciudadanos ven a los políticos como seres “infalibles” y se espera mucho de ellos en todos los aspectos. La gente observa con lupa sus comportamientos y “fiscaliza” sus acciones.

La presencia física, una adecuada imagen influirán de manera positiva en la consideración y valoración del trabajo de un político, pero no se puede descuidar los aspectos del comportamiento que son los que verdaderamente generan buena reputación y fijan en la mente de sus electores. Por eso es evidente que cuando la imagen del político es coherente con su mensaje y acciones, genera emociones y sentimientos positivos en el elector. Para que esto se logre y genere mayor confianza y consigan tener sus simpatías, deben cultivar en sus vidas, los valores de la decencia, coherencia, prudencia, honestidad, integridad, entre otros.

Nos leemos el próximo domingo…

El autor tiene un máster en Asesoramiento de Imagen y Consultoría Política en la Universidad Camilo José Cela de España.

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