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EN PLURAL

Evaluación en la picota

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Yvelisse Prats Ramírez De PérezSanto Domingo

Para cumplir con la orden departamental que lo rige aun cuando se ignoró varios años, se organizó recientemente el concurso para seleccionar los docentes que cubrirán las plazas del próximo año escolar.

Ante los resultados de la primera parte de esa evaluación, alrededor del 75% de aspirantes rechazados, ha habido reacciones críticas a esos resultados, por parte de la ADP, en cuanto a que la calificación y metodología originales fueron cambiadas.

Yo quiero, debo, porque desde que se anunció esa evaluación, tengo inquietudes que ahora se han acrecentado, enfocar en este En Plural otras vertientes del tema, profundas, que responden a la nefasta influencia del Neoliberalismo en nuestro país.

La comunidad educativa aceptó al principio sin protestar, y solo después de lo sucedido empieza a pedir explicaciones, sobre la organización y la aplicación de estas evaluaciones.

Cada nación tiene su propia política educativa, con propósitos que se enraízan en los grandes fines que aspira como país independiente.

Cada pueblo, también, tiene una historia, construida con verdades y mentiras, con sus caídas y sus levantamientos, con sus héroes y sus traidores.

Nuestro pueblo tiene una cultura que abarca desde el casabe y el mabí, el merengue y el sancocho, hasta otras manifestaciones más hondas, menos “turísticas”, como la solidaridad entre vecinos, y la honradez en los negocios.

No es casual que, en Argentina, antes de Macri, por supuesto, se negaban a usar materiales exóticos en su formación docente; no por “parejería” que a veces se atribuye a sus nacionales, sino porque en verdad, cada continente, cada país, gente incluida, es diferente.

Se necesita, ahora más que nunca fortalecer esos perfiles identitarios para contrarrestar la anomia con que el Neoliberalismo quiere debilitar, esos rasgos históricos y cultural, ese “nosotros” que necesitamos para enfrentarnos con el yo de los egoísmos.

La evaluación que se hizo a los maestros dominicanos, y por lo que se comenta sobre su origen, y por sus infelices resultados, obligan a estas reflexiones.

No podemos quedarnos en la superficie del problema, en lo que se ve de fracaso o de error, en los resultados del 75% de los examinados.

Buscar las causas, enderezar los efectos, son tareas imperiosas que reclaman la participación de toda la comunidad educativa nacional.

Hay preguntas apremiantes, que exigen respuestas claras y aceptables que deben hacerse antes de emitir un diagnostico serio y luego propuestas de enmiendas. Sugiero algunos interrogantes.

¿Es cierto que el material de las evaluaciones se adquirió en el extranjero y no precisamente a una agencia especializada en temas educativos, sino a un organismo bancario y a un costo que ronda los 200 millones de pesos?

¿Se realizó la debida licitación para adquirir ese material de acuerdo a las leyes dominicanas?

¿Hubo una comisión que evaluara esa “evaluación” antes de ser aplicada a ver si se correspondía a las demandas de la formación de maestros para la República Dominicana, tomando en cuenta su historia, cultura y los currículos vigentes?

¿Qué papel jugó en toda esta “evaluación” el organismo especializado del MINERD, el IDEICE?

¿Cómo explican este fracaso las instituciones formadoras de maestros?

Hasta tanto no se responda a estas preguntas, y a otras, la evaluación docente está en la picota.

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