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EL CORRER DE LOS DÍAS

Razones de haber sido (2)

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Marcio Veloz MaggioloSanto Domingo

Capítulos, estos, que son potencial obra escrita con todas las palabras existentes y aquellas que vendrán, productos de la alucinación creciente o decreciente, según sean los espacios submarinos, los corales del fondo, los crepúsculos que viven bajo el agua y el huracán oculto con tridente de plata que evita el cardenillo del efecto cobrizo; las arboledas desechables o las antenas de telemiramiento, que fríamente son reflejos marino cuando transitan por los cielos espiando las humedades densas del océano.

Karl Marx vislumbra sus variados fracasos en blanco y negro, e insiste en que el proletariado, montado ahora en cohetes, continuará dormitando en los nuevos planetas asimétricos, luego de que Hubbard descubriera la nebulosa de Andrómeda, mayor que la vía láctea, donde todo apostaba al fracaso del sabor del futuro. Lo lácteo no era lácteo. Andrómeda explicaba que otras vías no lácteas, en expansión, y millones de quesos, con sus ósculos negros, cercaban el futuro. No estuvieron equivocados quienes vieron en la leche la obra de los dioses. ¡Oh vacas adorables de los Vedas, o cabras yogurteras de Turquía, con el Mediterráneo probando que lo pútrido es alimento sano y que la cabra es madre con nombre tan vulgar porque no es diosa!

Si has preguntado al sueño por el sueño, la sibila posee una respuesta que el propio sueño ignora en los seres sin nombre, y la razón detiene su decir, ilógica penuria vestida de esquiliana promesa. ¿Qué libros de sibilas has leído? Tiemblas. Y te creo viva y fuerte, asida a mis botones y a mi ropa de lino, a mi paracaídas hecho de seda fría, y de aliento de orugas que transigen; no descanso de ser tú misma en otro tiempo. (Paréntesis para que nazca la opinión ajena, tan maltratada, tan mentirosa a trechos, pero comprendo que mi historia es tuya, de “ambos a dos”, matarile eterno y veo que en las mañanas, en las que el sol se ha desgajado tus lenguajes, sonidos puros con rayos en sordina, con tu misma fonética desplazan toda sombra).

Aquí cabe encorchada la historia sin retumbo. Los mundos primitivos se escuchan a sí mismos, cuando aún el escuchar pierde los pabellones que eran serpientes en busca de asonancias sin el amante tímpano afinado. Cuando la irrealidad no era escuchada por ser innecesaria, mientras tanto, y la imaginación tenía larvas de melodías en vez de lágrimas, las que el sordo traduce respetando su nada.

Te dejaré un paréntesis, ( ), espacio melancólico. Llénalo, porque Esquilo lo haría gustosamente, aunque Tiresias indague hacia dónde es mejor dirigir la mirada, si todos somos ciegos.

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