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EN SALUD, ARTE Y SOCIEDAD

El líder real, ¿miembro podrido para los otros?

En la historia no existe nucleamiento humano que no se fundamente en corolarios que los miembros entiendan y asuman como necesarios, urgentes, derecho y deber.

En los mundos natural, biológico y social, las poblaciones de cada reino y especie han fomentado y creado uniones para incrementar sus capacidades de interactuar exitosamente frente al medio, los depredadores y los factores de su supervivencia.

Desde la prehistoria abundan ejemplos de las formas iniciales que adquirieron las asociaciones humanas. Entre los animales e insectos, también. En el reino vegetal, proliferan bosques de una misma especie de árboles, frutales o no, en el mismo territorio.

Entre las especies del mundo natural, los conglomerados se producen por razones también naturales, biológicas, y la especie evoluciona para optimizar el desempeño y hacer frente a las amenazas a su supervivencia.

Entre los humanos, además de tales motivos, la historia aporta un amplio repertorio de los corolarios y razones que propiciaron los distintos agrupamientos alrededor de los cuales las personas se han integrado.

Se trata de engastes por motivos étnicos-geográficos (descendencia y origen territorial comunes). El sedentarismo impulsó el surgimiento y desarrollo de sociedades más complejas: hordas, clanes, aldeas, ciudades, ciudades-Estado, principados, reinos, naciones y Estados.

Biológicamente, los entroncamientos establecieron y regularon la participación individual en el esfuerzo colectivo para acceder a las fuentes de alimentación. En lo social, además: el derecho a la seguridad y a participar en lo obtenido, producido y el botín de guerra; regulación de la conducta de los miembros; protección y defensa colectiva y de cada sujeto; organización de lo territorial, las personas, recursos y bienes ante las amenazas externasÖ

Observar esos postulados constituye el referente práctico de la pertenencia. Acatarlo confiere honor, una metáfora de la confirmación identificativa, argumento de la pertenencia.

Destacarse en el respeto y cumplimiento de tales preceptos de bien común creó los liderazgos primigenios, encarnaciones individuales de lo colectivo.

Con ello, la idea de Estado superó el vínculo geográfico y devino en estatuto en torno al cual la existencia comunitaria fue validada. El garante y regulador de la supervivencia: su aparato administrativo.

Grecia surgió como Estado al confederar sus ciudades-estado: entre 1300 a. C. y 1100 a. C. Para defender el “honor” mancillado de uno de los suyos: Helena de Esparta por Paris de Troya, Agamenón las concitó.

Los Estados han evolucionado a entidades mucho más complejas. Integran innúmeras sub sociedades, estructuradas por todo tipo de motivos: desde la más pura visión místico-religiosa a los más espurios hechos sociales de la anomia.

Cada una con sus subliderazgos.

Para acceder, desde el liderazgo retórico (grupal) al real (control del aparato estatal) hay que capitanear una mayoría triunfal: representarla es responder positivamente sus demandas, sin importar qué afecto producen sobre otros sub grupos porque los estados moderno y contemporáneo son totalidades fragmentadas.

De aquí el reto del líder real: discernir sobre el sentido dañado y paradojal de las democracias: si dar iglesias y facilidades a los religiosos igualmente que participación administrativa e impunidad a la delincuencia organizada.

¿El precio a pagar? Constituirse en miembro podrido para “los otros” y, quizás, para la Historia también.

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