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EN LA RUTA

¿En qué perjudica?

Todo lo tendente a establecer control y orden en aras del buen funcionamiento y una mejor convivencia, no solamente es bueno, sino que debe ser motivo de respaldo colectivo. Por tanto, la implementación de reglas para el uso adecuado en los sistemas de transporte masivo está correcto.

Sin embargo, no así cuando se llegan a puntos extremos, como es lo que ha pasado con esta prohibición por parte de la Oficina para el Reordenamiento del Transporte (Opret), para los cantos, actos, prédicas y oraciones de tipo religioso en el Metro y el Teleférico de Santo Domingo.

Que se establezcan especificaciones en cuanto a espacios, flujos sonoros o maneras de abordar, es comprensible para evitar afectar la tranquilidad de los usuarios. Pero prohibir que un mensaje cristiano sea dado no se corresponde con un país que tiene la Biblia en su bandera y que su Carta Magna garantiza la libertad de culto y de expresión.

Pero, además, ¿en que perjudica que, siempre y cuando sea de una forma adecuada y no invasiva, la palabra de Dios esté disponible para quien la pueda necesitar en esos conglomerados? Y es que nada de las Sagradas Escrituras resultaría dañino o contraproducente para una sociedad que está ávida de principios y valores. No se duda de la buena intención del manual sobre derechos y deberes de los usuarios, que obviamente reglamenta comportamientos, temas, áreas y aspectos de gran importancia, pero lo que se ha hecho en cuanto al tema religioso es un desliz con tufo a exceso y violación constitucional que merece ser enmendado.

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