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POLÍTICA Y CULTURA

Hugo Tolentino y Fernández Retamar

Acaban de morir los dos, Hugo y Roberto, dos intelectuales antillanos, dos celebridades del pensamiento, como si hubiesen acordado irse simultáneamente del mundo, para integrarse a las energías etéreas que crean los universos y la vida. Hugo, el dominicano, Roberto, el cubano. Hugo, el sociólogo, el historiador, el defensor de la soberanía nacional en los días bravos gloriosos de abril del 65. Hugo, el escribiente de los textos de la guerra, el exilado anti trujillista, el deportado por sus ideas progresistas, el catedrático universitario. el pensador, el militante revolucionario, defensor de sus ideas, el cultor biográfico del General Gregorio Luperón, la primera espada de la Restauración de la República y el más intransigente defensor de su señorío de libertad e independencia plenas. Fernández Retamar, el intelectual más sólido y completo que dio el proceso histórico de su país, el más acucioso investigador de los sumarios culturales del Caribe y el continente, el ensayista lúcido, el autor bibliográfico de todos los ciclos de formación teórica, ideológica y práctica de la edades de concreción del pensamiento.

El Director de Casa de las Américas, una fuente perenne de luz intelectual y debates libremente de las ideas. Fernández Retamar, el poeta laureado, el escritor de una estructura expresiva de la imagen que trazó nuevas formas creativas y enriquecedoras de la literatura americana. Han muerto Hugo y Roberto y nunca pensamos en que podían morir. Hugo amaba profundamente la vida, sus sabores diversos, su fuente infinita de ideas renovadoras, sus principios cardinales éticos y democráticos, plasmaba su amor a la cultura de manera militante y abierta. Alguna vez presenté sus versos en el Museo de Casas Reales, bajamos la cortina gris de la colonia, sobre los adoquines y el fantasma del Tribunal de la Real Audiencia, y cantamos sus versos a la noche trepidante. Con Hugo trabajé en los avatares del Congreso cuando le correspondió la Presidencia de la Cámara de Diputados, a raíz de la victoria electoral contra el reeleccionismo y yo estuve en la mesa directiva.

Con Roberto Fernández Retamar, tuve una prolongada relación intelectual. Invitado como Jurado de los Premios de Casa de las Américas, esa Institución esencial, viaje con él por la isla en un recorrido cultural inolvidable. Hace apenas 7 meses, estuvimos juntos en la Conferencia por el Equilibrio del Mundo, realizada en La Habana junto a más de mil delegados culturales del mundo, charlamos como siempre de diversos temas. Lo noté triste, la pérdida de su querida esposa y compañera de toda la vida, lo había afectado sensiblemente. No obstante hablamos sobre mi libro “La Rapsodia del Crimen” y quedamos de escribirnos. Ya la muerte rondaba a su alrededor. Demasiado grande, culto, profundo, esa era su verdadera dimensión, el sentido hondo de sus ensayos, su jocosidad, sus principios normativos. Retamar (por su apellido sonoro lo llamábamos). Hugo y Fernández Retamar se nos murieron en un santiamén. Adiós amigos míos.

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