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PLD: pulso y pasos

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Luis Encarnación PimentelSanto Domingo

En la entrega anterior -faltó la idea final- buscábamos relacionar el título con las complejidades del poder, que son muchas, y la importancia especial atribuida al melao de la casa, que podrá ser muy espeso o más claro, pero siempre se le considerará como el más dulce. En política -que no es pura nada, y donde las ingratitudes y las deslealtades abundan- la valoración por lo más próximo o conocido no siempre es lo que se espera o lo que norma, pues muchas veces se juega al contrario, creyendo que sería mejor. De ahí lo que faltó el sábado: “El que apueste a un ‘bueno por conocer’, que recuerde cuando Jorge Blanco cerró el paso a Jacobo Majluta y franqueó el retorno del doctor Balaguer en el 86”. Ante la crisis del PLD por el “pulso” que libran Danilo y Leonel, a uno de los que atizan la división desde los medios se le ocurrió recordar ese pasaje de la historia política del país, diciendo que desde un gobierno se puede muchas cosas, hasta impedir que alguien bien posicionado, como estaba Jacobo en su momento, pueda llegar a la Presidencia. Recordaba lo primero, pero olvidó -o no dijo- las consecuencias de aquella jugada equivocada de Salvador, que le costaron ir a prisión y su liquidación política, mientras que para el país el que volviera Balaguer no dejara de representar un retroceso. El primer costo político de ese error, todavía no aprendido, fue la pérdida de los empleos de los perredeístas en el tren oficial, y la salida del poder del partido blanco por mucho tiempo. Sin mirar para ese espejo, algunos amigos del “bateo y corrido “de Danilo, pese al impedimento constitucional, se empeñan en vender la malsana idea de que a este le iría mejor con cualquier otro que no sea Leonel de Presidente (¿). Claro, muchos de lo que opinan así no son peledeístas, sino oportunistas o amigos de ocasión.

Por cierto, Reinaldo Pared, que se atribuyó el “faul” del cerco al Congreso, se dejó acorralar y tomó partido abierto para un lado equivocado, cuando la prudencia le invitaban a preservarse y servir de árbitro en la crisis por el choque de liderazgo entre Medina y Fernández. Además de ser una oportunidad de crecerse ante el tranque y de ganar espacio personal, era un asunto de responsabilidad, y de “jugársela” de la mejor manera ante la historia y la institucionalidad del país. Y la condición de secretario del PLD, presidente del Senado y de “precandidato” morado era la mejor excusa a mano para no dejarse empujar por el poder e hipotecar con ello el futuro.

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