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Gracias por la herencia

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Yvelisse Prats Ramírez De PérezSanto Domingo

Me lo expresó en un poema sobre mí, hace unos meses, cuando parecía tan fuerte y sano, capaz de ganar un Récord Guinness de la longevidad. Poéticamente, elogió mi terco afán de educar, mi fe en la humanidad, un tanto Roussoniano, y la convicción de que: “en el amor al ser humano se reconcilian Hostos y Jesús”.

Ese poema fue un testimonio tan evidente de su afecto, que mis hijos y Mario lo asumieron como un “Magna Cum Laude” otorgado a mi persona. Confieso ahora que me envanecí, mirándome en su espejo generoso.

Hugo Tolentino murió el lunes de esta semana, y dejó en sus compañeros y amigos una sensación de vacío, como si nos faltara su brújula, ética y su fuerza inexpugnable para señalar los límites, que en política se vuelven actualmente confusos, entre lo que es decente, y lo que NO LO ES.

En sus funerales, que él pidió que fuesen sencillos y sobrios, pero que se convirtieron en homenajes sentidos, se elogió su perfil de político, tan nítido, tan puro.

Se ponderó su cultura, parecía más que la de un isleño estudioso, el equipaje nutrido de un profesor de Cambridge, de Oxford o de la Sorbonne. Oí resaltar sus dotes de historiador crítico, su aporte a la nueva historiografía dominicana que inició a partir del Movimiento Renovador, del cual fue Hugo pionero.

La gestión de Hugo como Rector de la UASD, una de las más brillantes, se hizo patente en su velorio por la presencia de sus antiguos colegas.

Milagros Ortiz Bosch, en su emotivo y hermoso panegírico, agregó ejemplos de la probidad de Hugo, cuando fue Presidente de la Cámara de Diputados.

Y en los medios de comunicación también recordaron la firmeza bizarra de su dominicanidad, cuando renunció como Canciller por no estar de acuerdo con el envío de soldados dominicanos a Irak. Ciudadano ejemplar, con todas esas cualidades, Hugo Tolentino debe también ser recordado y conocido por dos características: su pasión por la belleza, lo que lo llevó de mano a ser poeta, y muy bueno, y su rebeldía al estatus quo, que lo condujo a estudiar y a entender a Marx, y ya luego a acompañar a Peña Gómez en la difusión del Socialismo Democrático, hacia la construcción de sistemas sociales equitativos, donde LA GENTE, los seres humanos, fueran sujetos, no objetos.

Ese afán de cambios justicieros, enlazan los destinos de Hugo Tolentino y de José Francisco Peña Gómez, y también, entre Hugo y Juan Bosch, y su participación en la Guerra de Abril.

Es ese, el Hugo revolucionario, antidogmático, que con dureza férrea condenó hasta el final el abuso del poder y las fortunas mal habidas. Hugo: en la herencia de virtudes y ejemplos que dejas a tu pueblo, a los gobiernos, a los políticos, a nuestro PRM, siento que fui afortunada.

Ese poema que me honra, es una especie de fideicomiso en que me donas la belleza de tus versos, y la confirmación de la utopía, “Jesús y Hostos, unidos en el amor humano”. ¡Gracias amigo por esta herencia, y por tu vida!

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