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PEREGRINANDO A CAMPO TRAVIESA

La herencia de John Wicklif

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Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.Santo Domingo

El emperador Segismundo enfrentaba una situación: las ideas de Juan Hus, digno y fogoso predicador, dividían la Bohemia. Los padres conciliares entendieron que Hus sostenía las ideas de John Wicklif (c.1320-1384).

El talentoso Wicklif, doctor en teología, era un lector empedernido del franciscano Guillermo de Ockham y del médico rector de la Universidad de París, Marsilio de Padua. Se hizo notar en 1374 al debatir con los representantes de Gregorio XI (1370-1378). La discusión no zanjó nada, pero la nobleza terrateniente inglesa, que codiciaba las propiedades de la Iglesia, apreció las ideas de Wicklif. En el 1382 fue acusado de herejía, pero el Duque de Lancaster le defendió. Ante el escándalo de dos papas, las ideas de Wicklif cobraron una fuerza dramática. El eminente Joseph Lortz lo explicó: “Por decenios enteros fue prácticamente imposible, aun a los mejores intencionados, incluso a los santos, demostrarse convincentementes a sí mismos y a los demás dónde estaba la verdadera Iglesia, dónde estaba verdaderamente su cabeza suprema, si en Avignon o en Roma” (Vol 1, 1982: 516).

Wicklif criticó el agresivo fiscalismo del papado de Avignon. Junto a los Fraticelli, franciscanos radicales, quería un clero pobre. Monje propietario era un pecador y la autoridad podía despojarle de su propiedad, pues el dominio se funda en la gracia y el malo no tiene derechos. Argumento empleado durante la conquista de América. Los indios no eran dueños de sus tierras pues eran pecadores, argüían los hispanos. Les respondió en sus Relecciones de Salamanca en 1532, el egregio dominico español Francisco de Vitoria. El argumento era herético, tomado de Wicklif. ¡Los indios eran legítimos propietarios, pues como humanos llevan la imagen imperecedera de Dios! Una sociedad que mata inocentes se está suicidando. Negarle la mano al indefenso, es estrechar la de la muerte.

Para Wicklif la única autoridad en la Iglesia era la Biblia. Cualquiera podía interpretarla. Exhortaba al clero, a predicar. Tildó al papa de “horrendus diabolus”. La herejía de Wicklif fue “la herejía más universal que conoció la Iglesia antes de Lutero” (Villoslada-Llorca-Montalbán BAC 199, 1967, 2™ edición, 269). Wicklif fue condenado por el concilio de Constanza. Eventualmente sus huesos fueron desenterrados y quemados. El concilio examinaría a Hus y su secretario. ¡Los amenazados checos ya sudaban!

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