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RINCÓN CIUDADANO

Dónde la ética y dónde la moral

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Daniel Johnson BenoitSanto Domingo

Ambas están empantanadas en estos tiempos posmodernos. Las dos se han vuelto palabras huecas en estos días de pragmatismo y de activismo políticos. Los dos conceptos se han debilitado, y apenas se manifiestan en quienes deben ser ejemplos de ética y moral, a fin de modelar una conducta adecuada y honesta.

Tanto la moral como la ética se han ido a unas largas vacaciones, más allá de un año sabático, poniendo al desnudo todas las ambiciones, vicios y descalabros de quienes deben vivir en una sociedad civilizada.

Si la moral es el conjunto de principios normativos de la conducta, la ética es el ropaje envolvente del ser y el hacer de las personas.

Poco queda de la moral, a menudo enseñada en casa o en las escuelas. Y mucho menos de la ética, justamente cuando la sociedad se muestra altamente inmoral y desenfrenada. Los modelos actuales son los antivalores. Ahora son ellos los llamados a ocupar cargos electivos, públicos y privados. ¡Qué triste… qué lástima!

¿De qué sirve orar, meditar o procura tener una conducta apropiada en medio de una sociedad afanada por el activismo y los porcentajes? Lo vendible y apasionado hoy son el activismo y los porcentajes. “No basta rezar”, como dice una vieja canción.

La sociedad está en guerra, y para eso, poco sirve la ética y la moral. Ambas fueron echadas al zafacón en los despachos más solemnes de la sociedad tecnológica. Actualmente cuentan las encuestas, la mayoría, no así la moral y la ética que buscan hacer lo correcto.

Cuenta más la ética situacional. Los cambios según la conveniencia, sin importar lo bueno o lo malo, lo correcto o lo incorrecto. Poco importa el discurso veraz, la palabra empeñada, la idea correcta, la posición rectilínea. Eso es empecinarse, ser cuadrado e inflexible.

La ética y la moral valen en tanto cuentan los principios. Y, precisamente, en estos tiempos cibernéticos y globales, ¿de qué sirven los principios? Ahora todo se vende y se compra. Quienes perseveran en la verdad, apenas tienen la palabra en este mercado social.

Al parecer, nada significan las pequeñas iglesias donde una minoría acude a orar. Quizás ningún beneficio hay para quienes forman familias guiadas por principios cristianos. Eso —dicen— nada aporta a esta sociedad opulenta, presumida y aburguesada.

Jesús dijo a una minoría al hablarle de escribas y fariseos: “Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen”, San Mateo 23:3.

Así anda la sociedad y muchos de sus líderes, menospreciando la ética y la moral. Aunque asumen discursos moralistas, su accionar difiere mucho de lo que dicen ser. Sin duda, un comportamiento inconsecuente en la sociedad enferma.

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