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EL CORRER DE LOS DÍAS

El verdor ostensible

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MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

Cuando la decadencia es un oleaje que te arrastra, y pataleas dentro del mismo, vas de objeto en objeto recibiendo golpes sin que nadie pueda detener el tsunami que ajeno a tus fuerzas y deseos, te obliga a flotar a una velocidad intermitente, proporcional al impulso de la marejada. (Toda marejada tiene sus motivos).

Y preguntas por el destino desconocido hasta el momento de quienes flotaron inicialmente contigo, ya alejados y a lo mejor tragados por distancias creadas a partir de brumas o de focos sin luminosidad, características de un mar revuelto por los dioses mediterráneos, aún buscan nuevos espacios para un turbio Odiseo haciéndose famoso con sólo naufragar atraído por un retorno en búsqueda del amor.

La decadencia ciega, y por tanto ignara, no se da cuenta de que el oleaje confunde con la hojarasca, con el viento que acompaña a la tormenta, del cual eres parte, con el ventarrón que susurra mentiras cuajadas de nubes y la borrasca se torna cómplice de la obcecación a la vez que del obsceno discurso del agua salada, ahora cuando salido el sol, se transforma en aguacero dulce, estallando como música de fondo, con “rítmicas tronadas aisladas”, según el parte meteorológico donde quedas convertido, gracias a la disolución del tsunami, en alguien que sueña con un Neptuno de tridente barato y de barba remojada por el hechicero de alguna tribu desconocida. Entonces aspiras a despertar y no puedes.

La silenciosa oferta de playas donde danzan náyades, sirenas de otro mundo con voces aflautadas y senos congruentes, es la oferta tras de cada ciclón, tras la conversión en un coronado Neptuno que otros dioses, disimulando edades de otras vidas, te donan como premio tardío, tritón en donde alienta un alma atolondrada por los éxitos asaz inmerecidos que no permiten ver en la distancia la floración de Venus, virgo de oro con repitente ensalmo de alabastro intocado.

Saliendo de las playas vividas largo tiempos con eterna premura, el cuerpo resbaloso pregunta por sí mismo, y los competidores de Ulises, primacías del Hades, escapan en la noche, para olvidar que esas playas poseen versainogramas esperando que el mar rebele un exilio olvidado del idioma, destinación varada, retardación de ideas, la memoria del tiempo que adolece de primaveras blancas, y mentores que limpien las oscuras veredas del camino protegido por sombras,

Los viejos habitantes del tsunami, los que se hundieron sin tener razones, esperan su momento en otro tiempo concebido en promesas y en proyectos de verdor sostenible. Mil playas con almendros repetidos con verdores latentes, les esperan.

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