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PASADOY PRESENTE

Recordando el caso Galíndez

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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

En 1955 el dictador Rafael Leónidas Trujillo conmemoró el 25 aniversario de su régimen con la realización de una feria internacional que se denominó pomposamente “Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre”. Numerosas actividades oficiales, al igual que la construcción de un impresionante complejo de edificaciones, requirieron de una exorbitante inversión económica que al cabo provocó una desestabilización financiera sin precedentes en el país.

En ese mismo año, un ciudadano español, Jesús de Galíndez, presentó su tesis para optar por el doctorado en Derecho Internacional e historia y gobiernos de Latinoamérica en la Universidad de Columbia, en New York. Se trató de un riguroso estudio en el que, entre varias hipótesis, su autor vislumbraba el inexorable final del sistema dictatorial dominicano, existente desde 1930, porque acusaba una hipertrofia que había tornado sobremanera frágil su base de sustentación. Galíndez, además, argumentó que Trujillo, entonces con 62 años de edad, exhibía un natural deterioro físico y se afanaba por encontrar un sucesor idóneo, que no parecía hallar en su hijo mayor. El modelo trujillista era una dictadura o más bien tiranía de tipo personal que había adoptado apariencias constitucionales y democráticas. Tales apariencias no eran más que simples fachadas, toda vez que, en esencia, se trataba de sistemas de gobierno caracterizados por la supresión de las libertades políticas y el uso desmedido de la fuerza a través del ejército y de otras instituciones represivas. Desde sus orígenes, el modelo trujillista exhibía características similares a las de ciertos regímenes autoritarios europeos, como el partido único, sindicatos gubernamentales y técnicas de propaganda alienantes. El profesor Galíndez no llegó a enterarse de que su tesis doctoral fue aprobada en la Universidad de Columbia, pues al siguiente año, la noche del 12 de marzo de 1956, fue secuestrado en las inmediaciones del apartamento donde residía por un comando de agentes y espías al servicio de Trujillo y jamás se tuvo noticias de su paradero. Al cabo de tres meses, el 5 de junio de 1956, la Universidad de Columbia le confirió a Galíndez, “in absentia”, el título de Doctor, pero para esa fecha la generalidad de sus amigos y relacionados estaban convencidos de que había sido asesinado y que detrás de ese hecho horrendo estaba la mano de Trujillo.

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