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EL DEDO EN EL GATILLO

Por desgracia, los latinos tenemos muy buena memoria

Fue en 1989 cuando asistí a mi primera función de cine en Santo Domingo. Lo hice casi inadvertido. Temía que alguien me delatara por frecuentar una película gringa “en un país capitalista”. Sucedió en el entonces llamado “Cine Colonial”. Fui tentado por los anunciados nombres del director (Alan Parker) y los protagonistas (Mickey Rourke y Robert De Niro). “Angel Heart” recién se estrenaba en el país a pesar de ser un filme de 1987. Ese tipo de thrillers sangrientos no eran muy comunes en Cuba. Allá, las mejores películas norteamericanas de estreno pasaban por la televisión, en el popular espacio “Tanda del Domingo”, de Mario Rodríguez Alemán. Pero en 1989, el filme de Alan Parker me pareció brillante. Hoy, sin embargo, lo considero como un simple ejercicio de estilo, muy bien fotografiado. Nada más.

Al año siguiente, no pude resistirme ante el estreno de otra cinta de Parker, esta vez en Cinema Centro. “Mississippi en llamas”, protagonizada por un trío de lujo llegó a las pantallas dominicanas con la fama que otorgan siete nominaciones al Oscar. Me pareció que el director logró una realización superior a “Angel Heart”. Tal vez influyeron en mí su temática de contenido social y la manera tan ficcionaria al tratar una historia basada en hechos reales.

Después llegaron otras historias. Buenos amigos acusaron complicidad en otras salas, como el Doble (en el Malecón) y el Manzana (en Plaza Central). Ni ellos ni yo recordamos hoy qué películas disfrutamos en aquellos años. Pero no he podido olvidar la imagen de los primeros cines dominicanos que pisé en mi vida. En ellos se exhibieron obras que me permitieron honrar a un maestro del cine, Alan Parker. Aunque hoy, muchos de los cines de entonces ya no existen. Pero mi memoria, sí.

Fueron tiempos descubridores. Con bigotes y sin canas, caminaba por las calles de Santo Domingo como por un espacio encantado. Todo me era singular, y mi pasión por el cine se enrumbó por horizontes desconocidos.

Si relato ahora esta diatriba no es en busca de un relato poco convencional. Lo hago en honor a los que amamos la pantalla grande desde que tenemos uso de razón, tal vez no tan inmensa como un libro, pero sí más reflexiva que ciertos tomos cegados por monstruos o romances.

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