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EL CORRER DE LOS DÍAS

Cuando la intuición desaparezca

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MARCIO VELOZ MAGGIOLOSanto Domingo

En la búsqueda de una realidad que aparenta ser mejor, prende primero la chispa de la curiosidad y luego la indagación que se convierte en metodología, en afán por entender un mundo que se desea entregar novedoso, y hasta triunfal, tras el descubrimiento que tanto nos esforzamos en concluir, el que nos obliga, a veces, a dedicar casi una vida para vencer los escollos de todo tipo, con la ayuda de colaboradores de carne y hueso, y de asistentes que, transformados desde hace tiempo en publicaciones con las ideas de otros, vinieron a socorrernos con sus contradicciones, o con sus maneras de ver lo que pensamos como posible, y con la ayuda necesaria de aquellos que compartieron las mismas ideas, porque la mayoría de los saberes tiene muchos padres antes de que la realidad y la supuesta verdad, coronen nuestro esfuerzo.

Mi trabajo tiene muchas aristas porque me di cuenta, desde temprano, que la literatura, tradicionalmente seccionada en géneros, era la misma.

Existe en la cabeza, en las profundidades del manto genético con el que se recubre el pensamiento, una especie de saber incongruente que con el ejercicio mental se va clarificando. Se llama o lo llaman “intuición”. Aun no puede explicarse.

No sé cómo es por dentro el cerebro, cómo es el pensamiento del llamado “investigador puro”, pero sé que se revuelven en sus interiores personajes, historia, imaginación, y fracasos convertidos en memoria, así como aquello que se transformó en amasijo de conocimientos, y formas de la imaginación con las que a veces consideramos cómo un pensamiento que influye en los demás”.

A veces somos novelistas, analistas de la historia, intérpretes de sociedades de las cuales imaginamos una gramática misteriosa y confusa ---babélica---- y entendemos la razón de Jorge Luis Borges---cuando tiene que recurrir a una memoria totalizante, akashica, la que Jung escarbó hasta el mismo día de su muerte, para justificar el pensamiento humano, tal y como aconteciera con su personaje Funes el Memorioso, o su biblioteca imaginaria donde cuelga el saber.

Diríamos que la imaginación es la muestra impalpable del alma humana, y que nunca sabremos como se inició, y que además su característica proteica, es la que sirve de base al poeta, al científico, al religioso.

Pero desde el inicio biológico del pensamiento, como bien lo señalara el arqueólogo australiano Gordon Childe en su libro “El Hombre se Hizo a sí Mismo”, la historia y la biología comenzaron a transitar el mismo camino.

Y aun no sabemos ni suponemos donde ambos mantendrán su simultánea presencia: La biología es la parte anterior del todo, no sabemos hasta donde nos llevará el desarrollo del pensamiento y el de su influencia sobre nuestra conformación biológica. Se me ocurre, y ya ello entra en algún capítulo de novela, que cuando la mano del hombre, instrumento inicial del trabajo para crear el pensamiento, sea sustituida por los nuevos inventos y ya el cerebro no pueda seguir guardando sus experiencias, la intuición también podría haber desaparecido.

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