AGENDA SOCIAL

Revolución digital y democracia

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Margarita CedeñoSanto Domingo

¿Qué oportunidades y desafíos surgen de la Revolución Digital para el desarrollo de la democracia? En tiempos recientes, ha sido una pregunta que domina los espacios de discusión en torno a la institucionalidad y el fortalecimiento de la cultura democrática, sin importar el nivel de desarrollo del país donde se trate el tema.

El mundo va experimentando importantes cambios tecnológicos que transforman la economía y las relaciones entre los seres humanos, lo que demanda que el funcionamiento de la democracia, como sistema de organización política, evolucione a su vez, de manera que impacte positivamente el desarrollo de la humanidad.

Los principales cuestionamientos al impacto tecnológico en la democracia se relacionan con el uso que se da a la información y la manera como se intenta manipular la opinión pública y, a la vez, incidir en resultados electorales y en la percepción de los actores públicos. Empresas y gobiernos están haciendo un uso malsano de la información que voluntaria e involuntariamente compartimos por medios tecnológicos, en un intento de influir en nuestras vidas como electores y ciudadanos.

La revolución digital constituye una oportunidad para la democracia, de eso no cabe duda, pero no por ello deja de ser un arma de doble filo que demanda de los políticos y de los ciudadanos que retornemos a los valores clásicos de la democracia, al contacto directo y personal con los grupos sociales y, sobre todo, elevar el estandarte de las exigencias hacia quienes aspiran a administrar la cosa pública. Cuando los medios de comunicación permitieron ampliar el debate público, hubo algunos politólogos que declararon el nacimiento de la “democracia del público o del espectador”, la llamada doxocracia o “gobierno de la opinión pública”. Sin embargo, la revolución digital obliga a declarar este concepto como retrógrado y desfasado, ya que esta última permite una nueva forma de democracia, más directa y permanente, donde los ciudadanos pasan de ser espectadores a convertirse en protagonistas de los cambios.

La revolución digital ha instaurado una nueva forma de ciudadanía, donde los ciudadanos se organizan espontáneamente, en base a sus intereses y motivos, ya que tienen la capacidad de emitir mensajes propios, construir agendas políticas y presionar a gobernantes desde una multiplicidad de escenarios y con una infinita disponibilidad de herramientas. Se trata, sin dudas, de una sociedad exigente e informada, que encuentra a los partidos políticos en una crisis de credibilidad difícil de sortear, lo que ha resultado en una fractura entre las instituciones democráticas y la ciudadanía. En consecuencia, se corre el grave riesgo de que la revolución digital sirva más a los intereses del populismo y los extremos ideológicos, en lugar de construir consenso y dar apertura a vías de diálogo que sean significativas y positivas para generar una mayor cohesión social.

Renovar la calidad de la democracia, reconstruir el vínculo entre la sociedad y los partidos políticos y aprovechar la tecnología para que los canales de comunicación con la ciudadanía sean de doble vía, son solo algunas de las acciones que impulsarán una gobernanza, que sirva para construir más ciudadanía y una mejor democracia.

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