Nuestra educación ¡S.O.S.!

La “Revolución educativa” ha fracasado.

A los peledeístas en el gobierno se hace imposible negarlo. Las sucesivas malas notas de reconocidos organismos internacionales han confirmado la responsabilidad, de los desoídos, diagnósticos y pronósticos de IDEICE (Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa).

La situación es tan grave, que sugiere, no solo la atención urgente de las autoridades, sino la de todos los perjudicados por una crisis educativa que gravita negativamente en las posibilidades de desarrollo humano en República Dominicana.

Los maestros, que no son los “feos de la película”, como quieren hacer creer otros que son más culpables que ellos, deben arrimar el hombro, a través del sindicato que nos agrupa, analizar en asambleas abiertas qué estuvo mal y por qué, y hacer propuestas que enderecen el torcido sendero, escabroso, por el que se precipita nuestro sistema educativo.

Las familias tienen también que participar en ese movimiento que iría más allá de los a veces inoperantes y casi nunca escuchados señalamientos negativos. Es una pena que al hablar de familia en nuestro país admitimos que hay un 37% que son matrifocales, es decir, que la mujer es “pa-madre”, o sea, tiene funciones de papá y mamá, en hogares donde crecen 3, 4 o más hijos.

Difícil, lo sé, pero esas mujeres agobiadas que juzgan la Tanda Extendida, en su cara nueva, un programa social, deben saber también de qué carece: no se da clase.

Nada se aprende en las horas vespertinas, las dos únicas asignaturas que se enseñan son Ocio y Aburrimiento, pero las mamás solo ven en él una especie de tarjeta de solidaridad parte dos que nutre los estómagos de sus hijos, pero que deja desnutridos sus cerebros, lo que los condena a ser pobres, por no ser educados, en su futuro.

Hay otros problemas, enormes, terribles, que se mantienen sin abordar, y a los que hay que poner atención para eliminarlos.

Es el abrumador testimonio que arrojan todas las pruebas y exámenes internacionales y nacionales de los estudiantes dominicanos de tercer curso de primaria: no saben leer, y los del sexto, aunque traducen signos gráficos en fónicos, no entienden lo leído.

Eliminar la llamada “promoción automática” que lleva desde el inicial hasta el tercero de básica sin evaluación alguna, es una medida a tomar que no espera para evitar que la República Dominicana sea declarada país de analfabetos.

Una falencia que no puede dejar de corregirse es la desaparición de la “Moral y Cívica” en los programas de todos los niveles.

La formación humana se hace indispensable en un país donde los valores se están volviendo precios.

Hay mucho más que colocar en la agenda de ese gran diálogo que propongo en el que, además de maestros y familia, deben participar universidades, iglesias, medios de comunicación, legisladores, alcaldes, regidores, partidos políticos.

Dentro de las 540 palabras que me permite ahora el Listín, debo pausar, continuaré clamando S.O.S. para nuestro sistema educativo en próximas entregas.