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ORLANDO DICE

La nueva división

Eran otros tiempos y circunstancias, pero en política se cometían excesos verbales. Un dirigente del PLD dividió a los dominicanos entre peledeístas y corruptos.

Nadie recuerda la ocurrencia, y debiera traerse a la memoria, porque ahora resulta que los peledeístas -- todos -- son peores.

Lo mejor del caso es que la calificación no procede enteramente de sus oponentes naturales o de ocasión, sino de ellos mismos.

No es que se sacan los trapitos al sol, sino que son tantos los trapitos mojados que no hay sol que los seque. Incluso los cordeles no alcanzan, no son suficientes.

La lucha ahora no es política, sino personal. Quien tenga más insultos gana una pelea que es de agotamiento moral, de rebajamiento.

El PLD acaba de decidir abrir el padrón para que los simpatizantes ingresen al partido, e incluso tengan derecho a postularse en las próximas elecciones.

Una iniciativa retrasada, pero que se aplaudió como buena.

Como nada es perfecto, ahora se tiene un elemento de discriminación. Los peledeístas se dividen entre sí, o contra sí.

Los seguidores de Leonel Fernández son de entonces, los parciales de Danilo Medina recién llegados. Y hasta se dan nombres.

Gonzalo Castillo, por ejemplo.

No importa que hayan hecho carrera dentro del partido o pertenezcan a organismos de dirección, como los comités Político y Central.

Culpa de la reelección y no del tiempo de militancia.

Evidentemente un ánimo nuevo, anómalo, desquiciante.

Pues sucede que entre las virtudes políticas del PLD de poder estuvo la búsqueda de los perdidos, los compañeros que se habían ido o quedado en el camino.

Igual abrir las puertas para que gente diferente, de procedencia diversa y que no había pasado por los círculos de estudio, fuera asumida como militante.

En esa época el único burgués del PLD era Eduardo Selman, con la candidatura de Leonel Fernández se integró Diandino Peña, constructor, y también Luis Manuel Bonetti, hombre de industria.

Después vino la pléyade, cambiando actitudes, procedimientos y oportunidades. Muchas figuras de ahora no estaban en el 1996, cuando la antorcha pasó de mano.

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