¿Pecado sin provecho?

A diferencia de los que promueven la idea de que la lucha por el control político y del poder dentro del PLD refleja la existencia de una división real e insalvable de la organización fundada por Bosch, damos otra lectura a la demostración de fuerza ofrecida por el expresidente Fernández el domingo en el Estadio Olímpico y al mensaje de contrapeso que quiso enviar el sector Medina con actos concurridos el mismo día en seis provincias y otro en la ciudad de Nueva York. En efecto, lo que vemos en la sumatoria de asistentes al evento de la capital y a los demás lugares del interior y del exterior es la garantía de una continuidad del partido morado en el ejercicio gubernamental, siempre y cuando su liderazgo ponga por encima de todo interés particular, la racionalidad, la unidad y la vocación de poder que le han dado los respectivos triunfos. Si algo se ve claro al día de hoy -menos la oposición- es que, unido, el PLD numéricamente es invencible en las urnas, pero dividido en dos grandes tajadas, pierde las riendas del poder en el 2020. De ahí la prudencia que debe observar, particularmente, el sector que gobierna -el que más tendría que perder en una eventual derrota electoral-, evitando que una embriaguez de poder nuble la razón y el entendimiento y mande al oficialismo a la oposición (¿). Si de todas maneras la unidad es clave para las dos partes que se disputan el control del PLD y del país, no se entiende entonces por qué algunos voceros que alientan la idea de otra reforma constitucional que quite el impedimento de reelegirse al presidente Medina promueven la división y no mueven una paja para que haya un gran entendimiento entre Danilo y Leonel. Somos de opinión que toda señal o aprestos concretos de parciales importantes son para distraer, para ganar tiempo y para que el gobernante llegue con la mayor fuerza posible a una negociación, pero que Medina finalmente no se embarcaría en una aventura de un alto costo político y de impredecibles consecuencias.