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POLÍTICA Y CULTURA

¡Por un frente opositor fuerte y decidido!

Independientemente de los factores que pueden modificar la realidad o alterar el análisis concluyente de una determinada coyuntura, la sensatez del proceso crítico del pensamiento indica que, solamente uniendo a todas las fuerzas opositoras del país, no importa su tamaño o peso específico de influencia en el electorado, podemos derrotar a la facción reeleccionista que promueve su continuidad en el Poder político. Nadie como partido puede suplantar esa necesidad colectiva de un remozamiento del Estado, de un viejo principio de alternabilidad, que garantiza en términos institucionales la participación democrática y múltiple de la sociedad.

Si la facción reeleccionista persiste en sus propósitos de modificar la Constitución de la República, para adecuarla a sus fines de prolongación de su mandato, tal y como lo hicieron otros en diferentes etapas de nuestra vida democrática (que hoy sirve como autocrítica y reflexión cívica de lo que no debe hacerse jamás), ocasionando daños irreparables a la convivencia social, y a los valores que fraguaron nuestra existencia, como nación soberana e independiente, entonces deben cesar de inmediato los intereses grupales, el sectarismo clásico de los predestinados, y forjarse una voluntad granítica, un frente de ancha base, cuyo eje programático de ejercicio de poder, gravite sobre la transición democrática y el fortalecimiento de un Estado pluralista.

La unidad debe darse contra el reeleccionismo, sin ningún tipo de ojeriza, integrando todos los recursos humanos y todas las clases sociales a un movimiento popular huracanado en términos de masas, que toque las puertas de todos los centros de gravitación mundial, de todos los organismos internacionales vigentes, para colocar al país en la mirada crítica de la solidaridad hemisférica, contra el abuso de poder y esa vocación inveterada de continuismo, herencia ideológica del trujillismo y de los imprescindibles de todos los dogmas y estatutos ideológicos, envoltura de relumbrón del mundo que muere indefectiblemente.

Algunos insisten en avanzar frontalmente con sus propios niveles de representación cuantitativa, ignorando la fuerza brutal del Gobierno, el sistema clientelista y el populismo como doctrina de gobierno, aparte de las chapucerías propias de una nueva casta de incondicionales, enquistado en estructuras políticas del “Estado benefactor”. La unidad debe incluir a todas las fuerzas sociales, políticas y religiosas de la nación. Debe poner como garantes de la paz a las fuerzas de los Estados democráticos del mundo. Debe alinear a los líderes opositores tras la búsqueda de la salvación de la Patria. Tendría el reeleccionismo que desistir de modificar la Constitución, para que la correlación de fuerzas varíe, y para que articulemos nuevas propuestas sobre bases y entendimientos diferentes. La política es el arte de lo posible, la capacidad de elaborar un táctica correcta cada 24 horas si fuera necesario, con tal de propiciar la materialización del cambio político. Vivimos tiempos de cuestionamientos en la maqueta corporativa de los Estados. Exponer nuestra “floreciente economía” de servicios, a los vaivenes de una aventura reeleccionista podría descarrilar el destino democrático nacional.

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