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EN RELEVO

¿Hasta cuándo Venezuela...?

En las primeras horas del pasado martes surgieron noticias alentadoras para quienes anhelamos el retorno de la libertad en Venezuela. El presidente encargado, Juan Guaidó, acudió al domicilio de Leopoldo López, firmó su indulto y dispuso el fin de su encierro político. Los agentes que le custodiaban acataron la orden y ambos se trasladaron a un céntrico punto de Caracas, desde donde anunciaron el inicio de la Operación Libertad, un levantamiento cívico militar llamado a poner fin a la usurpación.

Los primeros instantes fueron de incertidumbre.

Los ciudadanos salían de sus casas y enfrentaban la represión de los agentes de la fuerza pública y de milicianos al servicio del régimen.

Maduro no aparecía y se especulaba que el movimiento contaba con importante apoyo militar .

Pero en la medida que avanzaba la tarde, los líderes opositores desaparecieron de las calles. Guaidó abandonó la marcha que se dirigía a la Plaza de Altamira en una intersección donde “colectivos” apostados en edificios públicos disparaban contra los manifestantes.

Y un par de horas más tarde se anunciaba que López solicitaba asilo junto a su familia, en la embajada chilena en Caracas, desde donde más tarde se trasladaría a la sede diplomática española, en calidad de huésped.

Se perdió la intensidad inicial, el movimiento se desinfló, y al final del día las fuerzas democráticas lucían desconcertadas. Todo indicaba que se esfumaba una gran oportunidad y que la dictadura se afianzaba.

Sin embargo, más adelante se reveló que no se trató de un movimiento precipitado o improvisado, y que en cambio, contaba con apoyo de gente importante dentro del chavismo. Tipos que, vislumbrando el ocaso de la dictadura y sabiéndose cómplices de sus crímenes, procuraban salvar sus pellejos y preservar parte de sus malhabidas fortunas.

Y sin dominio del aparato político que soporta el régimen ni control sobre las Fuerzas Armadas, Maduro es lo más parecido a una cucaracha en un gallinero.

En esta oportunidad, los que iban a entregar su cabeza eran el ministro de defensa Padrino López; Rafael Hernández, jefe de la guardia presidencial; y el presidente del supremo, Maikel Moreno; quienes según versiones de altos cargos del gobierno estadounidense, negociaron la salida de Maduro a La Habana y el apoyo a un gobierno de transición encabezado por Guaidó, con la encomienda de organizar elecciones libres en los siguientes treinta días.

A la hora de la verdad no pudieron o no quisieron cumplir. Pero la disposición a dar ese paso muestra que la dictadura se deshilacha, y que en cualquier momento aparecerán quienes, desde dentro, asuman la responsabilidad de poner fin a un régimen absolutamente insostenible.

Maduro y la mafia que le acompaña sólo tienen dos opciones, se van por las buenas al exilio, o por las malas al cadalso o al calabozo.

No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague.

Y más temprano que tarde, los truchimanes que mal gobiernan Venezuela deberán pagar por propiciar la destrucción política, social y económica de uno de los países más ricos y prósperos de la región.

¡Pero caramba...! ¿Hasta cuándo...?

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