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A todo el que le dan, camina...

Tuve la oportunidad de leer la obra “Orlando, humano y ajeno” del autor Hayden Carrion sobre la vida y muerte del periodista Orlando Martínez, y del posterior panorama político-social de la República Dominicana.

La novela es una joya porque no solo se limita en la figura central del libro, que es Orlando, sino que también plasma la realidad del país en aquellos turbulentos 12 años de Joaquín Balaguer, así como su retorno al poder en 1986 luego del desastroso gobierno de Salvador Jorge Blanco.

El escritor muestra como aquellos valientes dominicanos que lucharon contra la “dictadura yanqui-balaguerista”, años más tardes se convertirían en los más serviles perros falderos del hombre a quien habían combatido férreamente.

Y él coloca de ejemplo el sufrimiento de Adriana Howley, madre de ese mártir del periodismo, quien le tocó morir muchas veces al ver como el crimen de su hijo era arropado por la impunidad, y como sus compañeritos de lucha, esos que gritaban “patria o muerte” con Orlando durante los 12 años (1966-1978), habían madurado en la década de los 80’ y se habían pasado hacia el otro bando. A ese mismo que anteriormente tildaban de “El Gran Satán”.

Ya los fusiles, los artefactos explosivos hechos en casa y las fotos de Fidel y el Che habian cambiado por el “ayúdame ahí”, “consígueme una contrata” o “facilítame el inicial de un terrenito”, o por qué no; “regálame un condominio”.

Orlando era solo un ejemplo a seguir, un nombre en algunas calles y callejones, y alguien que podía ser utilizado como propaganda o logo de algún nuevo movimiento que deseara captar a los jóvenes que empezaban a estudiar periodismo con ilusión.

Y es que el cambio es un proceso natural del ser humano. Ya implícitamente lo había dicho Salvador Allende con su famosa frase: “Ser joven y no revolucionario es hasta una contradicción biológica”, como quien dice... si eres anciano o te llegan las canas, te contradices si no eres conservador.

Cielo rojo, hoja azul Y hablando de contradicciones, uno no sabe en que pensar cuando un día alguien fija una posición clara respecto a un determinado tema y días después justifica lo contrario.

Pero como le diría Poncio Pilato a los principales sacerdotes de los judíos: “Lo que he escrito, he escrito”, luego de que ellos le reprocharan que él escribiera: “Jesús el Nazareno, el Rey de los Judíos” en la cruz del calvario.

Y es que la palabra de Dios no se equivoca y los hechos bíblicos se repiten a través de los siglos.

Y qué mejor que la tecnología de este tiempo donde cualquier ciudadano puede grabar lo que dices.

¿Y es que acaso nadie se entera de que tus palabras no se pueden diluir tan fácil? Pues no, el olvido en este momento no es una opción, y más cuando tus palabras se pasearon por las redes sociales, cuando tus videos fueron utilizados para levantar algún discurso político conveniente, o cuando intentas echarle la culpa a quienes solo se hicieron eco de tus enunciados.

Y claro, no es una opción cuando ese señalamiento viene luego de cierta contradicción que realmente no es biológica, sino penosa.

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