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FE Y ACONTECER

Fiesta de la Divina Misericordia

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Segundo Domingo de Pascua – 28 de abril 2019

Según el decreto publicado el 23 de mayo del 2000 por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. San Juan Pablo II lo había anunciado durante la canonización de Sor Faustina Kowalska, el 30 de abril del 2000: «En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de Domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros».

a) Del libro de los Hechos de los Apóstoles 5, 12-16. Este libro se atribuye al autor del tercer Evangelio, probablemente fue escrito después del año 70 y sus destinatarios parecen ser paganos convertidos, simbolizados en el “querido Teófilo”. Estamos en los albores de la comunidad cristiana y antes de narrar las nuevas persecuciones, San Lucas intenta resaltar el éxito del Evangelio que comienza a abrirse camino a través de signos y de toda clase de sanaciones. El poder de sanación de Pedro recuerda el poder sanador de Jesús. La comunidad cristiana es admirada y reconocida por el pueblo, como queda explícito en esta lectura.

b) Del libro del Apocalipsis 1, 9-11 a.12-13.17-19. Este fragmento del Apocalipsis de San Juan, nos permite valorar la Pascua como victoria sobre la muerte y sobre los infiernos. Es Jesús, el Resucitado, en persona quien habla, tal como le dijo al vidente de Patmos: “No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos; y tengo las llaves de la muerte y del abismo”.

Hay situaciones extremas en la vida del ser humano que le pueden llevar a dudar del amor misericordioso de Dios, pero el mismo Jesús nos invita a no temer, a confiar plenamente en Él porque los efectos de su resurrección, la salvación obtenida para nosotros no tiene límites, él puede sacarnos de los abismos del infierno y de la muerte. Jesucristo está vivo y es el mismo ayer, hoy y siempre.

c) Del Evangelio de San Juan 20, 19-31. El evangelista San Juan nos relata dos apariciones de Jesús a sus discípulos. En la primera está ausente el apóstol Tomás y presente en la segunda, ocho días después. Las apariciones de Jesús son contactos personales con él, son profesiones de fe pascuales con base objetiva que contienen un lenguaje teológico y deben entenderse como signos fehacientes de su Resurrección. Éstas vienen a confirmar el dato del sepulcro vacío, y suscitan y avalan decisivamente la fe de los Apóstoles y de la comunidad eclesial.

Cuando Jesús aparece ante los discípulos y les saluda con la paz: “Paz a ustedes”, ellos dudan, temen y se muestran reacios a creer e incluso incrédulos, como demuestra la reacción de Tomás, el mellizo.

Su actitud, motiva a que Jesús en su siguiente aparición, cuando él se encontraba en el grupo, aporte signos e indicios de su identidad y se dirija a Tomás para que compruebe que son reales tales evidencias, enseñándole así las manos, los pies y el costado con las llagas de la crucifixión. Esto le lleva a exclamar: “¡Señor mío y Dios mío!”. Asimismo, en las demás apariciones que se relatan es evidente que el reconocimiento de Jesús tiene lugar después que son motivados por una palabra u otro gesto característico de Él.

Fuente: B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra. Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.

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