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IDEANDO

Hablando de marcas

Una marca es fuerte, dependiendo de los valores que encierre; del grado de reputación que posea en el mercado en que habita; del reconocimiento que le confieran sus consumidores.

La fortaleza de una marca reside en la concepción subjetiva que de ella tenga el público consumidor.

Hablamos entonces de una apreciación que va más allá de sus propias virtudes. Se trata de algo que está por encima del color, del sabor, del nombre, del empaque, etc.

Sobran los casos de investigaciones cualitativas donde consumidores leales no pueden distinguir entre la marca exigida y la marca consumida.

Walter Landor sostuvo que “los productos se hacen en las fábricas, pero las marcas se crean y viven en la mente de los consumidores”. Decía también que su prestigio, su calidad, sus singularidades, son preseas que residen en la cabeza del público que le consume.

Es una vinculación casi amorosa que se establece entre ella y quien la prefiere sobre todas las demás de su categoría.

La gran batalla, el desafío mayor, está en llegar primero y ocupar un lugar en la mente del target. A esa lucha le llaman posicionamiento.

El manejo, el cuidado con la conducta de los productos, el tipo de tratamiento mercadológico dado, determinan el destino y el tipo de construcción que se le dé a un producto.

No siempre los grandes productos derivan en grandes marcas. Sé de productos simples que están arropados por una fama que los convierte en grandes marcas.

Esas marcas residen en un nicho donde las demás, aún teniendo características similares, no han logrado llegar y relacionarse estrechamente con sus consumidores.

Hoy, el poder de los productos y servicios no lo tiene el mercado, ni el consumidor. El poder supremo está bajo el dominio de las marcas.

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