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MIRANDO POR EL RETROVISOR

El poder y la discapacidad moral

He conocido historias hermosas de personas con discapacidades cognitivas y físicas que han convertido su adversidad en una fuente de inspiración para los demás. Lamentablemente, no siempre es así. Recuerdo el caso de un joven asaltante del barrio Villas Agrícolas de la capital, donde he residido toda la vida, que perdió una mano durante un atraco.

Los vecinos pensamos en aquella ocasión que ese episodio marcaría al muchacho y lo motivaría a modificar su rumbo equivocado, para dar paso a un ser humano íntegro y capaz de motivar a otros por el cambio que propiciaría en él ese percance. Todo lo contrario, continuó atracando, luego de ese infausto episodio, incluso con mayor intensidad. El joven murió acribillado a tiros unos años después a manos de un oficial de la Policía, luego de que en una de las intersecciones del sector atracó a una hermana del agente.

No todo el que tiene una discapacidad es un buen ser humano, pese a que esa suele ser la idea generalizada. Se han dado casos de personas que utilizan una discapacidad para sacarle beneficios apelando al sentimiento de solidaridad y empatía que despierta alguien con esa condición, y que a la vista de todos intenta abrirse pasos y escalar peldaños, pese a su limitación.

Pienso que eso vieron los ecuatorianos en Lenín Moreno, actual presidente de Ecuador desde el 24 de mayo de 2017 y quien antes fue en dos ocasiones vicepresidente en gobiernos de Rafael Correa (2007-2013).

El político ecuatoriano creció en el seno de una familia humilde que residió en diversos puntos del país, pues sus padres viajaban constantemente en su rol de directores de escuelas públicas. El 3 de enero de 1998, durante un asalto a una panadería al norte de la ciudad de Quito, fue atacado a tiros por delincuentes que querían robar su vehículo, perdiendo la movilidad de ambas piernas.

Moreno desarrolló a partir de ese episodio una intensa labor a favor de la inclusión de personas con discapacidad, a la par de una carrera política que lo llevó finalmente a la Presidencia de Ecuador, en unos comicios donde influyó mucho en el ánimo de los votantes esa imagen del hombre con una discapacidad que se sobrepone y termina inspirando a personas que pasan por una realidad similar.

Se pensó que como jefe de Estado, un hombre con ese compromiso social, actuaría muy diferente al político tradicional que, una vez en el poder, termina plegándose a los más oscuros intereses para perpetuarse en el cargo.

Ha sido más de lo mismo. Desde su llegada al poder Moreno se ha dedicado a forjar su propio liderazgo a costa de la persecución de dirigentes políticos opositores y de su propio partido, incluido el expresidente Correa, la persona que lo apoyó en su camino a la Presidencia, quien ahora le llama traidor y malagradecido, pues hasta dividió el partido que lo catapultó a la jefatura del Estado en procura de seguir aferrado al cargo.

Moreno, quien en su campaña electoral por la Presidencia abrazó el lema “Obras con amor”, decidió el pasado jueves retirar el asilo político a Julian Assange, el fundador de Wikileaks, y autorizó la irrupción de autoridades de Gran Bretaña en la embajada de Ecuador en esa nación, territorio ecuatoriano, según la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, con lo que sentó un precedente nefasto y echó por el suelo una figura que en Latinoamérica tiene una larga trayectoria histórica de contener los desmanes del poder.

Vaya obra de amor dirigida a un hombre perseguido y acosado sólo porque su portal Wikileaks develó cerca de 100,000 documentos sobre la Guerra de Afganistán y alrededor de 400,000 de la Guerra de Irak, donde cita las atrocidades y violaciones a los derechos humanos cometidos en ambos conflictos bélicos.

Con su decisión, el presidente de Ecuador también asesta un duro golpe a la libertad de expresión, porque desalienta a quienes contemplen desnudar escándalos similares, tal y como ocurrió, además de Wikileaks, con los llamados “Papeles de Panamá” y las revelaciones que hizo el consultor norteamericano Edward Snowden sobre la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de Estados Unidos, en 2013.

Algunos analistas internacionales atribuyen la decisión de Moreno a su disgusto porque culpa a Assange de filtrar el escándalo publicado por el portal digital “La Fuente” sobre cuestionadas transacciones realizadas por la empresa offshore INA Investment, propiedad de la familia presidencial.

Los argumentos de Moreno para retirar el asilo político a Assange han sido inconsistentes, pues el incumplimiento de algunas normas en la sede diplomática de Ecuador en Gran Bretaña, no era razón suficiente para apalancar la persecución de Occidente contra el fundador de Wikileaks, contenida solo por la figura del asilo político.

El joven aquel de Villas Agrícolas que cité al principio nunca fue inspiración para nadie, Moreno si lo era, hasta que con su llegada al poder ha añadido a su discapacidad física otra peor, la discapacidad moral que lo ha dejado marcado para siempre como un presidente genuflexo y capaz de apelar a cualquier decisión, por cuestionable que sea, para seguir aferrado al poder.

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