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FE Y ACONTECER

“Dios lo levantó sobre todo...”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

Domingo de Ramos - 14 de abril 2019

a) Del libro del profeta Isaías 50, 4-7.

Este tercer cántico del Siervo del Señor posee un acento particular, el Siervo es discípulo fiel del Señor, formado en la escucha de la Palabra, para consolar. Su misión es enseñar a todos los que temen al Señor y a todos los que andan extraviados y carentes de claridad. Tendrá que enfrentar incluso la hostilidad y la agresión física. Sin embargo, él soportará fielmente, pues espera el triunfo definitivo que Dios mismo le concederá. Sus padecimientos tienen algunos aspectos comunes con los sufrimientos de Jeremías, quien supo confiar plenamente en el Señor.

b) De la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses 2, 6-11.

Este fragmento trata sobre la humillación de aquel que es igual a Dios, considerado como un texto (cantico) preexistente en el ámbito del culto, Pablo y la comunidad cristiana lo utilizaron para exhortar a los hermanos a asumir la actitud humilde de Jesús, como ejemplo de conducta de vida comunitaria. Jesús, aun siendo Dios, se hizo hombre y renunció voluntariamente al esplendor de la divinidad, presentándose como uno de nosotros, excepto en el pecado. La kénosis de Jesús es, por tanto, la realidad misteriosa de un Dios que es Señor, pero que se hace siervo, libre y conscientemente. Este es el camino que cada cristiano debe recorrer para ser un auténtico discípulo de Jesús.

C) Del Evangelio según San Lucas 22, 14-23. 56.

El relato de la Pasión según Lucas, al igual que su evangelio, está destinado a cristianos no judíos provenientes del paganismo. Lucas relaciona los hechos de la Pasión con el ministerio apostólico de Jesús. Esta lectura es una muestra de que el verdadero camino de la perfección del hombre es el amor a los demás, hasta ser capaz de dar la vida por ellos. La firme convicción de la fe cristiana proclama que quien pierde su vida, la gana para siempre.

En contraposición a las expectativas sobre cómo habría de manifestarse el Mesías, Jesús deliberadamente se presenta a la entrada de Jerusalén montado en un humilde asno. Quizás Lucas tiene en mente la profecía de Zacarías 9, 9ss: “Alégrate, ciudad de Sión, grita de júbilo, Jerusalén; mira a tu rey que está llegando: justo, victorioso, humilde, cabalgando un burro, una cría de burra”. La aclamación de Jesús como Rey, los comentarios que han llegado al conocimiento de las autoridades políticas y religiosas, así como el comportamiento de Jesús en Jerusalén, constituye el fundamento de su detención, juicio y condena a muerte. Dos de las palabras que según Lucas el Señor dijo en la cruz antes de morir, son de misericordia y perdón aun en medio de su propio dolor: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (23, 34), y al buen ladrón: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (v. 41).

La cruz es la señal del cristiano porque es fuente de vida y de liberación total, como signo del amor de Dios al hombre. El amor que testimonia la cruz de Cristo es la única fuerza capaz de cambiar el mundo. Jesús nos invita a imitar su ejemplo, a seguirlo mediante la autonegación que nos libera, y a cargar con amor la cruz de cada día, presente siempre en nuestra vida. Saber sufrir por amor y en unión con Cristo es gran sabiduría, supone elegir el perdón y la reconciliación en vez del odio y la venganza.

Fuente: B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra. Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo.

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