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PASADO Y PRESENTE

La génesis nacional (y III)

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Juan Daniel BalcácerSanto Domingo

Si bien es cierto que -a partir de 1838- el proyecto trinitario pro independencia nacional concitó el apoyo de determinados núcleos de la entonces incipiente clase media, no lo es menos el hecho de que el mismo mereció escaso respaldo por parte de la élite conservadora. De acuerdo con Federico García Godoy, durante el sexenio 1838-1844 surgieron dos corrientes ideológico-políticas claramente definidas que, luego de luchar consubstanciadas para liberar a los dominicanos de la dominación haitiana, devinieron irreconciliables respecto de la modalidad política que debía garantizar la supervivencia del nuevo Estado: la independencia pura y simple, el protectorado o la anexión a una potencia colonial extranjera.

Esa escisión, que resultó letal para el grupo trinitario, fue consecuencia de la dinámica interna de los acontecimientos históricos y del devenir dialéctico en el que operan las clases sociales. De la misma manera que el 1838 marca el nacimiento formal del grupo duartista, en noviembre de 1843 se oficializa, por así decir, el sector conservador a través del Plan Levasseur.

En la respuesta de García Godoy a Pedro Henríquez Ureña, se afirma que fue el sector conservador el que, a lo largo de la Primera República, adoptó diferentes esquemas a través de “una serie de trabajos antipatrióticos [que culminarían] en la extinción de la nacionalidad el 18 de marzo de 1861 y en la vuelta al status colonial bajo la monarquía española”.

Sin embargo, el sentimiento nacional no se extinguió entonces: se mantuvo incólume y poco después resurgió, vigoroso, “revestido de bélica majestad, en la cumbre gloriosa de Capotillo”. Tras examinar las cartas que en 1909 intercambiaron Pedro Henríquez Ureña y Federico García Godoy, puede constatarse que ambos próceres coincidieron en el sentido de que la idea de independencia caló definitivamente en la conciencia nacional hacia 1873; esto es al final de la guerra de los seis años contra Buenaventura Báez y su proyecto de incorporación de la República Dominicana a los Estados Unidos, que estuvo “a un tris de convertirse en dolorosa realidad”.

Desde entonces -concluyó el autor de “Rufinito”-, al cabo de medio siglo “el sentimiento de la nacionalidad, consagrado en los campos de batalla de dos guerras gloriosas..., adquiere ya su relieve definitivo; y se cerró para siempre el período de propósitos y tentativas antinacionales que comenzó en 1843...

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