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ORLANDO DICE

Juego perfecto, entonces

Si se felicita al senador José Paliza y a la diputada Josefa Castillo por su desempeño en las recientes jornadas del Consejo Nacional de la Magistratura, nunca nada mejor. El primer juego perfecto de la temporada judicial.

Se supone que se le reconoce por lo bien hecho, y eso quiere decir que llenaron las expectativas en la renovación de la Suprema Corte de Justicia. Casi nueva, si se tiene en cuenta que solo se quedaron tres de los magistrados sometidos a escrutinio.

El Conep pidió renovación y Finjus, que en estos asuntos lleva palabra, se expresó en iguales términos. El CNM complació a ambos.

Aunque otros sectores no se sienten igualmente halagados, pues el órgano faltó en dos cosas que eran fundamentales. Dejó fuera a Miriam Germán y escogió a Luis Henry Molina, dirigente del PLD y activista de la reelección. Dos delitos imperdonables.

No se puede decir sin riesgo fatal, pero el caso de la señora Germán pinta de cuerpo entero al dominicano de todos los tiempos.

Se encapricha con una persona hasta considerarla imprescindible.

Viendo la cantidad de abogados y abogadas que comparecieron, más de noventa que se fueron reduciendo hasta alrededor de 40, no puede decirse que no aparecieran profesionales del derecho y de la justicia con prendas de capacidad y probidad cercanas a las de la jueza Germán.

Ese mismo capricho explica igual fenómeno en el campo de la política. Que no se pueda prescindir de Leonel Fernández, con tres mandatos a cargo, y que busca un cuarto, o de Danilo Medina con dos y amenazando con sacrificarse por tercera ocasión.

Todas las nominaciones de su partido a su favor, todas las boletas encabezadas por sus nombres.

Germán tuvo una dilatada vida en el servicio judicial, dicen que 40 años, y solo en la SCJ, 7 años. Justo era que descansara, si además saldrá con una apropiada pensión.

El inmovilismo es malo en todo, igual que la falta de alternancia. Conviene que todo fluya, se ruede, haga espacio. Un pensador antiguo planteaba que nadie se bañaba dos veces en la misma agua del río, que cada vez era agua diferente.

¿Por qué el dominicano tiene que bañarse en agua apozada, que no corre, y no limpia por el paso continuo de la corriente? El dominicano tiene que verse en su propio espejo y pasarle un paño.

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