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FE Y ACONTECER

“El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”

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Cardenal Nicolás De Sesús López RodríguezSanto Domingo

V Domingo de Cuaresma - 7 de abril 2019

a)Del libro del profeta Isaías 43, 16-21.

El mismo pueblo desterrado en Babilonia recuerda las grandes hazañas históricas, la salida de Egipto, el paso del Mar Rojo, la peregrinación por el desierto (vv. 16-17). Isaías viene a decir, olvídense, de todo aquello, porque de hecho lo olvidarán cuando contemplen sus ojos lo que el Señor está a punto de realizar. Aquella memorable liberación no será ni sombra de la que el Señor va a llevar a cabo en favor de su pueblo (vv. 18-21). El estancamiento de Israel en una fe dogmática, le impedía creer en un Dios que obrara en el futuro. Las proezas de Dios, dice el Deutero Isaías, no son como comprende el pueblo, un capítulo cerrado. Dios no se repite, se supera a sí mismo.

b) De la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses 3, 8-14.

San Pablo, que podía competir con muchos si de raza y méritos se tratara, sostiene con vehemencia: “... todo lo considero pérdida comparado con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús mi Señor; por él doy todo por perdido y lo considero basura con tal de ganarme a Cristo y estar unido a él...” (cf. Mt 13, 44). El antes fariseo defiende este modo de sentir y de actuar cuyo núcleo es el perdón que se nutre de la capacidad de comprensión de Jesús Misericordioso, que no condena y estimula a la conversión. El Apóstol nos expresa que a partir de la fe en Cristo hay un nuevo modo de servir a Dios, y la gloria no hay que ponerla en uno mismo, sino en el regalo que Dios nos ha hecho en Cristo.

c) Del Evangelio según San Juan 8, 1-11.

Los letrados y fariseos se presentan ante Jesús trayendo a una mujer sorprendida en flagrante adulterio. Es la ocasión de poner a prueba al Señor, quien se encuentra ante un verdadero dilema: Si absuelve a la mujer adúltera sería un falso profeta y una franca violación a la ley mosaica. Si la condena diciendo pierde credibilidad ante la gente, sin dejar de tener problemas con el Sanedrín y con las autoridades romanas por las consecuencias derivadas de su veredicto.

Jesús responde: “El que esté sin pecado que le tire la primera piedra” y luego le dijo a la mujer: “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más”. El Maestro, no ha venido a juzgar ni a condenar, sino a salvar. Él conoce muy bien la universal condición pecadora del hombre; por eso se compadece de todos, como Dios mismo que quiere la conversión del pecador para que, arrepintiéndose, tenga vida (Cfr. Ezequiel 33, 11). La imagen de Dios que Jesús nos ofrece, más que la de un Dios juez, es la de Dios padre. Un Dios que acepta al hombre en su fragilidad, tal cual es y lo perdona porque lo ama. La única condición es que el hombre se reconozca pecador y quiera convertirse al Señor y al bien, abandonando el pecado.

Finalizando la Cuaresma, en la recta final hacia la Pascua, hagamos la experiencia del amor reconciliador y misericordioso de Dios en el sacramento de la penitencia y recibamos su perdón ilimitado. ?

Fuente: B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra. Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo.

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