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Algo más que Judas y Pilatos

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Yvelisse Prats Ramírez De PérezSanto Domingo

La cuaresma avanza, faltan 14 días para que el imaginario cristiano evoque la imagen de Jesús, cabalgando un modesto burrito, llegando entre bendiciones y palmas ondeantes a Jerusalén, donde lo juzgaron y lo crucificaron unos días después.

La paradoja de esa entrada triunfal y ya luego el martirio es, en el fondo, una de las parábolas, quizás la más contundente y menos asumida por la grey cristiana, humana y por tanto con defectos y falencias morales propias de su naturaleza mortal.

Jesús lo explica: “Nadie es profeta en su tierra, ni en su casa”.

Esa naturaleza humana, voluble, contradictoria, podría explicar quizás como los mismos que lo recibieron entusiasta pudieron crucificarlo y no a Barrabás.

Pero, profundizando el análisis, se encuentran factores que animan y exacerban pasiones encontradas.

Encontraremos los “intereses creados” de los que nos habló Benavente, y el gran motor que los mueve: el poder.

Jesús predicaba amor, sobre todo a los pobres, a los oprimidos. Veía a todos los humanos como iguales, en su milagro de los panes y los peces concretó su deseo de alimentar, y proteger a los necesitados, sin indagar nombres, razas, color, ¡ni siquiera su buena o su mala conducta!

¿Podía el Imperio Romano, todopoderoso, con sus Emperadores altaneros, viciosos, permitir que en una de sus “colonias”, el humilde y osado hijo de un carpintero, sin más armas que su ejemplo y su prédica, alertara conciencias dormidas, voluntades apagadas para que emprendiesen un camino que los llevaría a recordar que Dios es Dios, y el Emperador, solo un mortal, pecador por demás, porque pretendía ser un ser superior sin serlo?

El poder, el de la antigua Roma de los Césares, y en la posmodernidad que vivimos, no acepta ni perdona nada que signifique un peligro para sus omnímodos controles. Y el poder actuó para librarse de ese impertinente galileo.

Había que matar a Jesús. Así se planificó y se ejecutó. Conocemos la historia, en apariencia simple: unas cuantas monedas a Judas, siempre hay alguien que vende su alma. Pedro se acobarda y lo niega, aunque luego se arrepienta y sea padre de nuestra iglesia; y un Pilatos pusilánime.

Además, la masa humana que lo aclamó un domingo para días después vociferar a Pilatos que lo crucifiquen. Entre ellos estaban el ciego al que Jesús le devolvió la vista con su saliva, el inválido que por Él caminó, el leproso al que curó, y los padres de la niña a quien revivió diciéndole: levántate y anda.

¿Cuáles factores incidieron en estos sucesos y actitudes, tan desprovistas de sentimientos que se supone debían albergar los responsables visibles del drama que cambió el mundo hace 2019 años según la tradición?

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