ORLANDO DICE

El viceversa en pie

Alguna vez referí que este era el país del viceversa, y lo es en muchos ámbitos, pero sobre todo en el político. A pesar de las tantas vueltas a atrás, el territorio es una República y organizada en democracia.

Esto debe decirse bajito de manera que no se entere la República y tampoco la democracia.

Insistí en que los políticos se leyeran bien la Ley de Partido, del mismo modo que lo hago con la Electoral, pues como en los contratos de venta de electrodomésticos, la letra chiquita es criminal. Cuando llega el muchacho del motor, no hay defensa posible.

En el PLD, a pesar de sus luchas a muerte, todavía las primarias no saben si tienen casa propia y si designio de Dios o de las tendencias.

Una de las partes no quiere puerta abierta, sino entrejunta, o una ventana disimulada como pulpería en días de huelga.

El PRD no leyó, pero tampoco pensó, e hizo coro con el PLD o con el oficialismo sin hacer ensayo. Primarias abiertas, creyendo que con una lluvia se elimina la sequía.

Ahora dice que no, reivindica vía propia, y lo acusan de preparar la cama para acostarse de nuevo con el PLD. O mejor dicho con Danilo Medina. Como quiera viceversa.

Las razones materiales, tangibles, son de carácter económicas. Las entienden los perredeístas, pero igual los observadores políticos.

Gastarse 120 millones de pesos para que Miguel Vargas sea lo que ya es o puede ser sin discusión alguna, más que fastidio, sería irracionalidad financiera.

El dinero no sobra, siempre hará falta, y el costo de primarias abiertas a un solo nivel, el presidencial, resultaba muy alto.

¿Con qué dinero se llevaría a votar a los compañeros si lo que entrega la Junta Central Electoral había que dejárselo para organizar la consulta? ¿Con qué fondos por igual se realizarían las asambleas para escoger en los otros niveles? Fue la Capú y no te abajes, y los miembros de la Comisión Política aprobaron el cambio de manera unánime. Nadie protestó en el momento y el entierro fue un acto solemne. Ahora se produce la reacción de gente que no solo estuvo ahí, sino ocupando puesto en la mesa principal.

El cura del pueblo en las amonestaciones habla sin micrófono, pero su voz se oye hasta el fondo: “¡ Hable ahora o calle para siempre !”.

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