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FE Y ACONTECER

“El Señor es compasivo y misericordioso”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

III Domingo de Cuaresma - 24 de marzo 2019

a) Del libro del Éxodo 3, 1-8. 13-15.

El gran libro de la liberación. El Señor irrumpe en la historia poniéndose al lado de un grupo de esclavos, oprimidos por Egipto, una de las potencias de aquel entonces. El faraón se resiste al actuar divino por razones de Estado; motivo político, la minoría extranjera se está haciendo mayoría; motivo defensa, porque podrían convertirse en peligroso apoyo del enemigo; motivo económico, porque suministran mano de obra gratis. Es inevitable el choque de fuerzas. En diez encuentros el Señor, “Yo soy”, descarga sus golpes, actuando por medio de Moisés, interlocutor humano, que repite por adelantado la experiencia del pueblo, se solidariza con él, lo moviliza. Los israelitas fueron un pueblo favorecido y mimado por Dios, sin embargo, muchos de ellos prevaricaron; se prostituyeron, se empecinaron en la idolatría, fornicaron, murmuraron, se rebelaron a la hora de la tentación en el desierto.

b) De la Carta de San Pablo a los Corintios 10, 1-6. 10-12.

San Pablo llega a Corinto como un predicador más, de un culto oriental extraño. Rechazado por los judíos, reclutó conversos sobre todo entre los plebeyos y esclavos de la ciudad para formar con ellos una comunidad. El Apóstol ilustra la necesidad de perseverar hasta el final haciendo desfilar ante los ojos de los corintios varios episodios escalonados de los israelitas en el desierto, comentándolos no como un predicador fundamentalista, sino con la libertad de interpretación de la tradición rabínica, para aplicarlos al momento presente de la comunidad.

c) Del Evangelio según San Lucas 13, 1-9.

Evangelio dirigido a la segunda generación cristiana. Los cristianos se van asentando cada vez más adentro del mundo romano, aunque son vistos frecuentemente con recelo y sospecha. En estos versos, Jesús hace una exhortación al arrepentimiento. El pecado, los apetitos desenfrenados, la codicia, el irrespeto a la vida son las actitudes que nos juzgan y condenan y pueden producir un desenlace peor que si nos cayera encima una torre.

El creyente ha de vivir, según el criterio de Jesús, en actitud constante de producir buenos frutos, eso es lo que quiere indicar la parábola de la higuera y el labrador. Dios nos ha dotado a cada uno con la capacidad de hacer el bien, de cultivar la justicia y de mantener unas relaciones sanas con los demás y con Dios, dueño y señor de esas higueras que somos nosotros puede exigirnos y pedirnos cuentas, por lo que es preciso que como cristianos aprovechemos este tiempo especial de la Cuaresma, ya a la altura de la tercera semana, para que procuremos hacer una seria introspección que nos permita evaluarnos, cómo estamos viviendo, qué frutos estamos dando. Todos estamos llamados a dar frutos y frutos en abundancia, de acuerdo a nuestras capacidades y posibilidades. Todos podemos y debemos dar buenos frutos.

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