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Tiempo para el alma

“José fue detrás de sus hermanos y los encontró en Dotán. Ellos le vieron de lejos, y antes que se les acercara, conspiraron contra él para matarle, y se decían mutuamente: «Por ahí viene el soñador. Ahora, pues, venid, matémosle y echémosle en un pozo cualquiera,... Veremos entonces en qué paran sus sueños”. Gen. 37: 17-20.

La envidia corroe. La persona envidiosa puede llegar al extremo de desear la muerte, de matar. Empieza así, como un sentimiento perverso que da sentido malo a lo bueno: “ahí viene el soñador”. ¿Te suena esto? ‘ahí viene el genio’, ‘ahí viene la diva’, ‘ahí viene el santo’, ‘ahí viene el serio’... Envidia que no permite aceptar, reconocer, emular. Si el envidioso tiene compañía el sentimiento se hace grupal o colectivo; y no hay que matar la carne, también hay asesinos reputacionales: en las redes sociales, en las oficinas, en el barrio...

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