Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

MIRANDO POR EL RETROVISOR

Una lección bien aprendida

Recuerdo que caminaba con mi hijo de 8 años Juan Alberto —ahora tiene 25— por una calle a poca distancia de la casa, cuando arrojó al suelo un vaso plástico luego de terminar de ingerir agua. Yo conservaba mi vaso en la mano, pese a que también había consumido el agua que tenía.

Cuanto noté lo que hizo le dije que debía devolverse, recoger el vaso plástico y depositarlo en el primer zafacón que encontrara, o esperar llegar a la casa para colocarlo en el envase para la basura.

Le recordé que nunca me había visto arrojar ningún desperdicio a las vías públicas, y que esa misma actitud debía asumir si quería ser un ciudadano respetuoso y cuidadoso con la ciudad donde crecía.

Unos años después, en el colegio seleccionaron el curso de mi hijo para participar en un operativo de limpieza dentro y en los alrededores del plantel. Al regresar a la casa me dijo que su profesor se molestó porque se negó a participar en la jornada de limpieza y hasta le advirtió que podía sancionarlo.

Mi hijo le preguntó al profesor por qué tenía que recoger la basura que otros estudiantes arrojaban al suelo. Y la respuesta del educador fue porque en algún momento otros alumnos, cuando fueran seleccionados para futuros operativos, también recogerían la basura que tú arrojes.

“Eso nunca ocurrirá, porque yo nunca tiro la basura en el suelo, la deposito en el zafacón”, fue la respuesta de mi hijo al enojado profesor, quien no tuvo más remedio que aceptar su decisión de no sumarse al operativo de limpieza.

Me sorprendió el grado de conciencia que había adquirido siendo todavía un adolescente y me dio también a mí una lección, porque desde ese momento decidí no participar en ningún operativo de limpieza, por más loable que parezca sumarse a una jornada de esa naturaleza.

Traigo la anécdota a colación porque el pasado viernes LISTÍN DIARIO publicó un reportaje sobre el estado de abandono en que se encuentra la playa de Boca Chica, el balneario preferido por los capitaleños, debido a las aguas residuales y desechos acumulados en la zona.

Al día siguiente, una brigada del Ministerio de Obras Públicas inició un operativo de limpieza en la popular playa, de donde retiraron toneladas de desechos sólidos arrojados por visitantes, vendedores y residentes en el entorno.

En un comentario que colocó a esa noticia el lector John Frometa expresa con sobrada razón que “De poco sirve que se mande a limpiar la playa cuando los ciudadanos la llenan constantemente de basura”.

Y recuerden que a mediados del año pasado, el Ayuntamiento del Distrito Nacional tuvo que emplear varias brigadas de decenas de obreros y voluntarios para retirar también toneladas de desperdicios del Gran Santo Domingo que llegaron a la costa sur de la capital desde los ríos Ozama e Isabela, tras el paso de una onda tropical.

Son los desperdicios que las personas arrojan en las vías públicas sin reparar en el daño ambiental que pudieran causar en algún momento y, peor aún, sin apenarse por el aspecto de ciudad sucia y descuidada que se observa por doquier.

Se requiere, más que operativos, que cada ciudadano tome conciencia sobre la importancia de no arrojar desperdicios a las vías públicas, y las autoridades aplicar con rigurosidad la ley a quienes incurran en esa deplorable falta de civismo.

Mi hijo reside actualmente en Estados Unidos, una nación donde muchos dominicanos se ajustan a las leyes y normas de convivencia tan pronto pisan ese territorio, porque se cumplen y existe un estricto régimen de consecuencias para quienes las violen.

Claro, no se ajusta a esas normas por el cambio de escenario, desde su tierra natal mi hijo llegó allá con la lección bien aprendida.

Tags relacionados