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FE Y ACONTECER

“Éste es mi Hijo, el escogido, escúchenlo”

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Cardenal Nicolás De Jesús López RodríguezSanto Domingo

II Domingo de Cuaresma - 17 de marzo 2019

a) Del libro del Génesis 15, 5-12. 17-18.

En esta lectura se nos relata la alianza del Señor con Abrahán, en la que Dios toma la iniciativa de nuevo en la historia de Abrahán y ratifica la promesa que se prolongará indefinidamente, gracias a un heredero nacido de las propias entrañas del patriarca. Dios le promete que, así como estrellas hay en el firmamento, así sería su descendencia, él le creyó y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación.

b) De la Carta de San Pablo a los Filipenses 3, 17. 4,1.

Con palabras apremiantes y llenas de afecto San Pablo propone a los Filipenses su vida como ejemplo: “Hermanos, sigan mi ejemplo y pongan la mirada en los que siguen el ejemplo que yo les he dado”. La esperanza de la victoria final de Jesucristo Pablo la ve simbolizada en la resurrección futura. Y les recomienda la fidelidad a esta vida cristiana con las expresiones más tiernas que hayan podido salir de su corazón: “Por eso, hermanos queridos y añorados, ustedes, amados míos que son mi alegría y mi premio, sigan así fieles al Señor”.

c) Del Evangelio según San Lucas 9, 28b-36.

El relato de la Transfiguración del Señor presentado por San Lucas tiene matices peculiares y exclusivos respecto a los otros dos Sinópticos. En primer lugar, la presentación del hecho. Lucas sitúa la Transfiguración en un contexto inmediato de oración personal de Cristo en comunicación filial con el Padre. Fruto de esta experiencia de oración es la manifestación gloriosa de su divinidad, signo y anticipo de la resurrección, que no es mencionada nominalmente en el relato de Lucas, que es el único en referirse a la gloria de Jesús, adelanto de su resurrección. Los tres discípulos, testigos de la glorificación de Jesús en el Tabor al igual que de su abatimiento y agonía en Getsemaní, aquí también “se caían de sueño; y espabilándose vieron su gloria” (v. 32).

La Transfiguración de Jesús tiene una íntima relación con su Bautismo, y en definitiva con el plan salvífico del Padre, está determinada por la presencia de Moisés (la Ley) y Elías (los Profetas) para decir que tanto la Ley como los Profetas atestiguan y aprueban la misión que Jesús está llevando a cabo. La relación con el bautismo de Jesús está dada en la voz que se escucha desde la nube; tal como sucedió en el Jordán, el Padre confirma, valida con su propia palabra la opción de Jesús.

La lección de este segundo domingo de Cuaresma es evidente para los discípulos y para cuantos seguimos a Cristo. Necesitamos orar siempre. La oración ha de ser el clima habitual de quien se sabe hijo de Dios y llamado a la santidad cristiana, esa actitud debe intensificarse con mayor conciencia en los momentos de crisis, para reafirmarnos en nuestra propia identidad. La oración, como la fe, no queda en el plano conceptual; es vivencia personal. Sólo ejercitándola se posee, y viviéndola se comprende. Por eso podemos crecer siempre más en la oración, al igual que en la fe.

Fuente: B. Caballero: En las Fuentes de la Palabra. Luis Alonso Schˆkel: La Biblia de Nuestro Pueblo.

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