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TIEMPO PARA EL ALMA

“Si ando en medio de angustias, tú me das la vida”. Salmo 138. 7.

Es como una brisa suave y exquisita que refresca el alma en el más ardiente calor del temor; como una pequeña llama que ilumina la oscura soledad, la penumbra del vacío. Es la caricia, el abrazo paternal o maternal, delicioso, acogedor, en el momento de tristeza o en el agobio de la angustia. Clamar a Dios y tomar un tiempo para abandonarnos a Él, desarmados, sin prejuicios ni reparos, esperando recibir como un mendigo al que le falta todo; así, sin muros ni murallas estamos listos para recibir, y recibimos. Nunca será en vano la búsqueda; nadie regresa vacío cuando clama a Dios como un sediento que espera ser saciado.

Cierra tus ojos, entra en la intimidad de tu angustia y siente a Dios en una brisa que trae paz, una luz que esclarece el camino.

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