Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

EL BULEVAR DE LA VIDA

¿Para qué sirve la democracia?

Estoy a punto de devolverle a una gran amiga el libro de Johan Norberg titulado Progreso, que en su sinopsis afirma que el mundo ha progresado más en los últimos 100 años que en los primeros 100,000; que el riesgo de sufrir una guerra o vivir bajo una dictadura es hoy más bajo que nunca. Son datos esperanzadores, pero todos ellos sucumben ante lo que viene ocurriendo en República Dominicana de un par de lunes a esta parte, de una rueda de prensa palaciega a este momento, y ya me explico.

Primero fue el miedo a la delincuencia al visitar amigos en los barrios calientes por carenciados. (En mi primera visita al bar de Correa, Aquiles me asignó a óonguito -que aún no era famoso- como seguridad). Luego vino el miedo en lo claro, en el polígono central. En ese entonces, la delincuencia en realidad no aumentó, sino que, como ocurre con el amor, cambió de casa. Así se instaló el miedo en el polígono central, ya dije. Así iban las cosas de mal, cuando apareció la tormenta de la sesión del Consejo Nacional de la Magistratura, y supimos entonces que, por escuchar sus conversaciones, la Procuraduría General de la República interviene los teléfonos de los jueces y sobre todo las juezas “incómodas” de la Suprema Corte de Justicia, y si son dignas y decorosas con más saña y mala fe. ¡JÖ! Si ahora, además del miedo al asalto tendremos los ciudadanos que sufrir el temor al pinchazo telefónico, entonces ya sí es verdad que llegamos donde íbamos, aunque diga el libro de Norberg que progresamos como nunca.

Y es que, pensándolo bien, si de viaje por los Madriles o al regresar a la dacha familiar de madrugada, por temor a las intervenciones telefónicas no podrá uno, -por ejemplo- llamar desde su móvil a la santa para, con voz orgásmica y melosa, preguntarle por el color de sus colalés o comentarle lo interminable de sus caderas; ay. Si cercano el amanecer, herido de su ausencia y vencido de nostalgia, no puede uno llamar a la dulcinea para prometerle amor eterno hasta el martes, o recodarle esos “trillos de la entrega”, ese contar uno a uno “los lunares de su espalda”; si esto ya no va a ser posible, entonces, dígame Ud., ¿para qué c... sirve esto de la democracia?

Tags relacionados