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DECISIONES

En horas del muro fronterizo

“El desencanto siempre persigue al entusiasmo” Hoy nos abriga el desencanto de observar al presidente dominicano totalmente alejado del entusiasmo que nos da escuchar al presidente norteamericano, Donald Trump, con su discurso sobre los beneficios de terminar de construir el muro fronterizo de su frontera sur, y tan coincidente con el que nos hemos alineados muchísimos dominicanos por el contexto en que surge.

El presidente estadounidense en sus discursos constantes recoge la crítica a la necesidad de finalizar la construcción de esa valla metálica para restaurar el verdadero orden y controlar esa peligrosa zona de entrada a los Estados Unidos. Los desafíos de esa nación en este mundo de inmigración masiva, terrorismo, contrabando de mercancías, entradas de drogas ilícitas, tráfico de seres humanos y animales en extinción, materiales contaminantes y peligrosos, etc., constituyen no una preocupación, sino que es una realidad. Sin embargo, esa evidencia tan similar a la nuestra el Gobierno dominicano la obvia, y la desprecia y se niega a considerar esta posible solución.

Se niega a reconocer que se han equivocado con la política tolerante de entrada y asentamiento de una inmigración invasiva, aluvional y convertida ya en un verdadero sumidero para nuestra pobre nación y, lejos de rectificar, insisten una y otra vez con las mismas medidas complacientes e inútiles: devolver a algunos ilegales indocumentados desde la frontera y permanecer callados y de brazos cruzados con los cientos de miles deambulando en nuestros campos y ciudades, convertidos en verdaderos guettos humanos. Si apreciamos los eventos de violencia y desestabilización que hoy existen en Haití, y ante una avalancha masiva de haitianos nos damos perfecta cuenta que sólo un fuerte muro fronterizo podría resistir una descomunal entrada de proporciones bíblicas de desesperados ciudadanos que huyen del infierno. Empezaremos a atisbar una verdadera solución a esta potencial o larvada crisis cuando la casta política y económica comprenda que no tiene más remedio que abogar y construir el muro. Que hay que evitar una matanza (de guardias y civiles) ante una horda invasiva que será imposible repeler aún con los fusiles y las alertas militares.

El mundo está lleno de estos vallados fronterizos.

Tras la caída del muro de Berlín, tan solo quedaban 11. Actualmente, la cifra se ha elevado a 70. En el caso nuestro, el muro fronterizo no simboliza lo económico ni lo ideológico; no es sociológico, ni telón antinegro; es un muro contra las operaciones clandestinas, para cuidar la soberanía territorial. No es una valla discriminatoria.

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